El índice de desempleo en el país se redujo de un 5,2% registrado a fines de 2016 a un 4,6% del mes de diciembre del 2017.
Es, sin duda una buena noticia. Aunque los datos del ente oficial, el Instituto Ecuatoriano de Estadísticas y Censos (INEC), muestran que la recuperación es básicamente en Guayaquil y Ambato. En Quito, Cuenca y Machala, los números no muestran una recuperación del mercado laboral.
Lo deseable es tener cifras positivas que se expresen estables en el tiempo, o por lo menos cierta tendencia incremental. De la mano del empleo estable, el consumo y la dinamización de la economía pueden generar un círculo virtuoso que se vuelque al comercio y a su vez genere impuestos al fisco y agregue el componente de creación de valor.
Por eso se requiere de políticas púbicas claras, que estimulen la inversión y muevan la producción con materias primas, maquinarias y a su vez contratación de personal. En los servicios esa dinámica viene por añadidura.
El mercado laboral al cierre del 2017 deja constancia de un problema estructural: el alto porcentaje del subempleo, que bordea el 20%, prácticamente igual que al cierre del 2016, un año de crisis. Ahí están las personas que ganan menos que el salario básico y trabajan menos de 40 horas a la semana.
Solamente si hay conciencia de esa realidad se puede tomar acciones para revertir esta situación que afecta a 1,6 millones de ecuatorianos. Es un asunto clave y urgente.