La palabra del padre salesiano José Carollo resuena como si no hubiesen pasado ya seis años de su partida y su obra germina en un hospital que fue su sueño, su obra, su legado.
De familia obrera en su lejana Italia vino a Ecuador para quedarse. Su vocación sacerdotal encontró en la entrega social su fundamento de vida. En su testamento literario hablaba de “Caminar con los pobres”. Y eso fue lo que hizo en su trabajo pastoral.
Primero en una parroquia de La Mariscal. Ya para 1976 se trasladó al sur de Quito, donde con tesón y sacrificio logró levantar los fondos iniciales para un hospital por donde hoy parecen escucharse sus pensamientos en voz alta, parecen mirarse sus pasos. Allí le sorprendió, en una humilde cama, esa enfermedad inexplicable del cáncer que le quitó la vida terrenal.
Por eso hace una semana en una misa recordatoria el sacerdote Graziano Mazón, otro ser de renuncia y entrega a aquella opción preferencial por los pobres, decía: “Nos parece que falleció ayer. La muerte solo ha sido una travesía. Él fue un hombre bueno que pasó por el mundo haciendo el bien como lo hizo Jesús”.
Del padre Carollo quedan sus sueños y sus enseñanzas pero también esa fecunda obra material que cristalizó en un hospital para atender a los más pobres de los pobres con calidad y calidez. Un hospital que cuida con esmero la Fundación Tierra Nueva, con cuatro quirófanos, un centro de obstetricia, un laboratorio y 20 consultorios médicos y un área de emergencia que atiende las 24 horas. A más de ello hay un centro de desarrollo infantil comunitario.
Este hospital Un canto a la vida es la muestra del amor del recordado y admirado padre Carollo. Un ser de luz y amor, un ejemplo a seguir en tiempos de odio y división.