El sistema de transporte masivo en Quito está sobrecargado. El trole, una solución magnífica hace una década, deja ver su agotamiento y merece un nuevo estudio; los corredores del sur han sido una solución pero también demandan mejoras y la ecovía, a la que hoy ponemos énfasis, está saturada. El concepto de una vía ecológica sonaba maravilloso en una era donde lo verde se ponía de moda. Lo cierto es que los buses que circulan por los carriles exclusivos entre la estación Río Coca y el Playón de la Marín arrojan columnas espesas de humo contaminante. Los carriles de autos laterales están llenos en las horas pico.
Los buses debieran ser renovados en un flujo anual que permita desechar los más viejos y atender la creciente demanda del público.
Los usuarios en horas pico llegan a las estaciones desde distintos puntos en los buses alimentadores del sistema. Hacen largas colas que no se respetan y, para embarcarse, sufren empujones y pisotones y, muchas veces, pierden sus pertenencias, pese al esfuerzo de vigilancia.
Mientras surge una solución integral, como el metro que planea el Cabildo de Quito, que tardará años en ponerse en práctica, todos estos sistemas deben operar con calidad, comodidad y óptimo rendimiento mecánico. Será la única manera de estimular el uso de transporte público y bajar la carga de autos particulares que ha colapsado -ya no solo en horas pico- calles y avenidas de la ciudad.