Irán y las potencias de Occidente -más Rusia y China- dieron ayer una prueba fehaciente de que el diálogo da resultados. Y aunque esté empedrado de obstáculos, es el mejor camino para solucionar diferendos y alejar los fantasmas de una confrontación.
Al término de 20 meses de negociaciones, la República Islámica y las potencias del Consejo de Seguridad de la ONU (más Alemania) anunciaron un acuerdo histórico. ¿En qué consiste? A cambio de una reducción significativa de la capacidad por parte de Irán para enriquecer uranio y producir plutonio, se congelan las sanciones que le fueron impuestas. Estas se activarán de nuevo en caso de un incumplimiento. En definitiva, se frena el acceso de Teherán a la bomba atómica.
En primera instancia, como un gran artífice del pacto nuclear emerge, sin duda, el Presidente de Estados Unidos. “Hoy hemos abierto un nuevo capítulo en nuestra búsqueda de un mundo más seguro y más lleno de esperanza”, declaró ayer Barack Obama.
El resultado del esfuerzo del Jefe de la Casa Blanca será sometido a prueba en el Congreso de su país, que dispone de 60 días para ratificar o no el documento.
No obstante, en el mundo actual, globalizado al máximo, el acuerdo, que en general ha sido saludado -con la excepción de Israel-, trae aparejada una serie de efectos. Se prevé que, levantadas las sanciones, el petróleo iraní inundará aun más el saturado mercado internacional del crudo. Una nueva caída de precios es posible. Vale la pena prepararse para ese probable escenario.