La Asamblea Nacional ratificó el acuerdo militar con Venezuela suscrito el año pasado. Enseguida se levantaron las advertencias de las implicaciones políticas que este documento podría conllevar.
El Ejecutivo dirige la política internacional del Ecuador y nadie lo discute. Tampoco se discute que la Constitución expresa de modo categórico que se prohíbe la presencia de uniformados extranjeros en bases militares ecuatorianas.
Lo importante es tener coherencia. Cuando se estableció un convenio para que en la Base Aérea de Manta operen fuerzas norteamericanas que tenían como propósito operaciones contra el narcotráfico, sectores vinculados a la izquierda pusieron su grito en el cielo y pintaron el panorama como una entrega al poder imperial de EE.UU. Aquellos que renegaron entonces nada dicen hoy.
La soberanía es indiferente a la ideología y debe aplicarse con igual medida para las relaciones con todos los estados. Esa ha sido una huella de nuestra política internacional, nos caracteriza y dignifica.
Ecuador tiene buenas relaciones con Estados Unidos y mantiene el más importante intercambio comercial. Eso no supone de ninguna manera hipotecar nuestra soberanía. Con Venezuela nos une una historia común, fecunda y fraterna. Tampoco eso quiere decir que debemos entregar al país a la geopolítica de quien allí gobierna.
La Cancillería habló de un acuerdo técnico-militar. Un influyente legislador de Alianza País dijo que se trataba de establecer bases de paz. El oficialismo debe resolver sus propias contradicciones.
Al Ecuador le conviene una política abierta con todos los países sin que eso implique cesión de soberanía ni entreguismo a tesis foráneas inaceptables.