La importancia de la fecha nacional, que sirvió como marco del informe presidencial del sábado y de los actos cÃvico-militares de ayer, está fuera de toda duda para los ecuatorianos. En especial, para quienes habitan en la geografÃa quiteña.
En las faldas del volcán Pichincha se escribió, el 24 de Mayo de 1822, una de las páginas más gloriosas de nuestra historia. Tuvo como antecedente la independencia de Guayaquil, el 9 de octubre de 1820, y culminó con la emancipación de estos territorios del dominio de España.
El Ejército liderado por el mariscal Antonio José de Sucre derrotó al ejército español. AsÃ, puso las bases para la creación, pocos años más tarde, de lo que hoy es la República del Ecuador.
La recordación de ese pasado glorioso siempre debe ser motivo de orgullo y de unidad nacionales. El presente, no obstante, halla al paÃs y a la ciudad en una confrontación de baja intensidad sobre el modelo de gobierno, como consecuencia de los resultados electorales seccionales registrados hace tres meses.
La AlcaldÃa de Quito, especialmente, ha sido escenario de disputas, por un lado, sobre la autonomÃa municipal en relación con el Gobierno central y, por otro, sobre la historia quiteña. En el último caso, dos visiones excluyentes se enfrentan en torno al Himno de la ciudad.
Nada mejor que, pensando en el futuro como proyección del pasado y del presente, se depongan visiones personales o corporativas y se piense en el bien común, que en el caso de Ecuador y de Quito debe traducirse en mejores condiciones de vida.