Por próximos que sean algunos de los hechos, la velocidad de los tiempos que vivimos hacen que solo se registren y sean superados por otros, quizás no tan importantes, y luego la memoria colectiva los desaparezca. Para esta generación, en su gran mayoría, dos sucesos dramáticos de la represión del Cono Sur de los años 70, carecen de relevancia. Por ejemplo, el Estadio Nacional de Santiago de Chile, significa el sitio donde la Selección ecuatoriana y algunos equipos profesionales han realizados memorables partidos de fútbol. Sin embargo, muchos desconocen que ese mismo sitio fue convertido en siniestra prisión, donde se encerraron a miles de chilenos, extranjeros, incluso varios ecuatorianos luego del golpe del 11 de septiembre de 1973 hasta alcanzar la libertad o la muerte, luego de la antesala del cuarto de tortura.
Argentina, en mayores dimensiones, fue también escenario de la más horrenda historia continental. El libro de Ernesto Sábato ‘Nunca más’ es un testimonio patético de lo sucedido. Es increíble que la tierra que se abrió para recibir a los ciudadanos del mundo, haya ofendido la bandera del Libertador San Martín en los cuarteles de la Escuela Mecánica de la Armada y otras mazmorras de la infamia. Sin embargo, la desclasificación de los documentos argentinos, descrito de manera implacable por Gabriel Salvia en El País de Madrid y analizado en estas páginas por Fabián Corral, descubre una de las tramoyas históricas más espeluznantes de la segunda mitad del siglo XX.
Mientras la repudia universal contra Pinochet convocaba la atención contra el tenebroso régimen y su central de inteligencia, la DINA -emulación continental de la Gestapo- un manto de silencio era levantado por la Unión Soviética y Cuba para encubrir lo de Argentina donde alegremente al final del Mundial de 1978 se cantaba: “El que no salta es holandés”. También eran tiempos en que vehículos en Quito y Guayaquil circulaban con el ‘sticker’: “Los argentinos somos derechos y humanos”, pero no aclaraban si en el país del Plata se respetaban los derechos humanos. Macabro juego de palabras.
Durante la orgía de terror, las relaciones entre Argentina y Cuba fueron excelentes. El país caribeño nunca votó contra Argentina por la masiva violación de los derechos humanos y más bien promovió su entrada a la importante alianza de los países “No Alineados”. Por su parte, la URSS fue un receptor de grandes exportaciones de trigo. Mientras tanto, la torpe izquierda de América Latina siguió atacando solo a Chile y tapó con varios dedos el sol que alumbraba los horrores en el país del fútbol, del bife y de la sensación térmica como decía Sábato.
Las cosas, con la desclasificación, se empiezan a conocer. Debieran servir para que los países pequeños analicen la política internacional; más aún, cuando son seducidos por gobiernos expertos en malabares geopolíticos. El voto por Corea del Norte es un caso que merece un detenido estudio.