No está mal que refresquemos la memoria sobre las consecuencias de la corrupción. Nunca lo está. No es simplemente un problema de enriquecimiento ilícito. Sus consecuencias son vastísimas, gravísimas, profundas y devastadoras para el país entero.
Tomemos en cuenta los últimos estudios de psicología criminal. Desde los años 70, con los estudios de Snyder, y Laughlin & Johnson, se ha demostrado que uno de los mayores motores de generación de crimen es cuando los individuos sienten que no serán atrapados, juzgados y castigados.
El premio Nobel Gary Becker (quien lo ganó por extender el análisis económico al comportamiento humano), en su libro ‘Crimen y Castigo’, desarrolló esta tesis. Concluyó que cuando un individuo percibe que no se lo enjuiciará, que los poderes públicos no lo perseguirán y a esto lo contrasta con un buen beneficio económico, entonces realizará el crimen. Es un análisis económico del tipo riesgo-beneficio, cuando el riesgo es bajo es muy probable que el ciudadano persiga el beneficio criminal. Por ello, cuando el Poder Judicial no es independiente, cuando la Fiscalía tampoco es independiente, según esta teoría debería haber un disparo en el número de crímenes de corrupción.
Dicho eso, volvamos a la promesa de recordar las consecuencias de la corrupción. Para empezar, esta es devastadora con el presupuesto del Estado, y especialmente gravosa cuando se da en países pobres. Un país golpeado por problemas alimenticios, con déficits de educación y salud, necesita que cada centavo del presupuesto estatal sea exprimido para que genere el mayor número de beneficios. La corrupción impide que estos problemas se subsanen, y perpetúa a capas sociales en situaciones de miseria e ignorancia; esto a su vez implica que habrá una nueva generación de ciudadanos poco preparados, con poco potencial económico, proclives a la criminalidad.
Pero lo males no acaban allí, la corrupción genera que sean personas poco preparadas las que terminen en puestos clave de servicio al país. Llegan primos, cuñados y tíos a capitanear las instituciones económicas, sociales y políticas clave; y llenan los puestos que deberían ser ocupados por personas con trayectorias académicas excelentes. Asimismo, las obras de infraestructura no son ejecutadas de manera adecuada, los terrenos comprados no son los idóneos (son aquellos en donde puede haber trapicheo), los constructores elegidos no son los mejores (son los torcidos), los servicios requeridos por el gobierno no son los esenciales (son de despilfarro).
Finalmente, el respeto por el derecho y la institucionalidad se va por el caño. La ciudadanía asimila que los procesos debidos son innecesarios. La corrupción perpetúa el subdesarrollo.