No existe otra alternativa, democrática, que votar sí en las preguntas dos y tres del referéndum del 4 de febrero. Es el único camino a corto plazo, para impedir que el autoritarismo mesiánico de Correa siga amenazándonos con su regreso.
Como ha sucedido en tantas otras ocasiones, esta es una opción que la asumimos como legítima por lo excepcional de la situación política.
El binomio Moreno-Glas tenía tareas concretas, algunas detalladas profusamente en “tres libros”, sin embargo la responsabilidad principal no estaba escrita pero era bastante obvia: cuidar las espaldas hasta el regreso. Para asegurarse que esto suceda, colocaron a leales en puestos clave de la institucionalidad, cerrando de forma aparente toda posibilidad de cambio, que no sea solo de nombres.
Todo indicaba que era cuestión de tiempo, cuatro años o menos, para el regreso triunfal de Correa.
En mayo del año pasado parecía imposible el rompimiento total de Alianza País, el cambio de Contralor, el juicio penal, la prisión preventiva y la separación del cargo de Glas. Sorpresa tras sorpresa, pero siempre les quedaba la carta de la reelección.
El referéndum es necesario pero limitado y encierra peligros evidentes.
Es necesario para dejar atrás las amenazas de la perpetuación del correísmo y todos sus defectos, pero no es suficiente para transformar un diseño institucional al servicio de un proyecto autoritario y contradictorio con una sociedad diversa y plural.
Encierra peligros porque de ganar la pregunta tres, implica entregar -nuevamente- un poder inmenso a una persona; sin embargo, la alternativa es mantener la conformación actual del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social y sus designaciones, que no parece una opción sana.
Existe un solo camino para disminuir los riesgos asociados a la pregunta tres: que se nombre en el Consejo de Transición a personas totalmente ajenas al proyecto correísta y al llamado morenismo. Esto, la independencia de los consejeros, sumada a su calidad ética y experiencia, serían una suerte de garantía de que no repetiremos el camino hacia la concentración de poder y la corrupción de los últimos años.
Esperemos que la designación de la terna para reemplazar al Vicepresidente, no sea un augurio de los criterios de selección que utilizaría Moreno, en caso de que triunfara el sí en la pregunta tres, porque privilegiar la obsecuencia sería la mayor evidencia de que estamos frente a un cambio de formas sin verdadera vocación democrática.
No votaré sí en las siete preguntas, con certeza apoyaré la que impide la reelección indefinida y la que abre la puerta a un proceso de reestructuración institucional, paso necesario pero con riesgos evidentes, que debemos asumirlos dejando en claro que de ganar el sí no se está entregando un cheque en blanco a Moreno.
El sí es un mandato ciudadano para cambios más profundos y no sólo una capa de maquillaje para dar una nueva vida al proyecto político de Alianza País.