Lo más cercano a una crisis de gabinete es que el Presidente, pudiendo utilizar la remoción de sus ministros, prefirió una modalidad a destajo o por obra, como existe en el ámbito laboral. Fue el camino en el caso de los ministros de Defensa y del Interior: el otro, no correspondía pues se trataba de la Primera Ministro que en el régimen parlamentario es equivalente a Jefe de Gobierno y se mantiene hasta que las fuerzas o coaliciones parlamentarias decidan el cambio.
Aunque la decisión presidencial en este sentido es incuestionable el caso personal de los dos ministros merece atención. Se trató de un caso patriótico o de desconcierto, pues no renunciaron en el momento que les dieron el insólito plazo y aprovechar el hecho para mandar en ese momento a “pelar patatas” al presidente de la República
Por eso, la confusa realidad de la administración del poder en Ecuador obliga, cada cierto tiempo, a preguntarse si no será más conveniente un sistema presidencial escoriado por la inestabilidad a un régimen parlamentario. Debe tomarse en cuenta que, en América Latina por sus antecedentes históricos y su vocación atávica de ser conducidos por un jefe o caudillo siempre ha prevalecido un presidente o jefe de estado. Como excepción se anota el Consejo Nacional de Gobierno que existió en la república Oriental del Uruguay de 1952 – 1967.
Por tanto, no debiera sorprender el caso de los ministros jornaleros, ya que el Ecuador ha tenido exóticas excepciones constitucionales como la descalificación parlamentaria de un mandatario por desfases mentales, el desconocimiento constitucional de una sucesión vicepresidencial y el nombramiento –en un estado de derecho- de un presidente interino hasta que una consulta de múltiples temas, no la elección del pueblo, lo consolide.
En estas circunstancias, si resulta insólito el comportamiento de los ministros que se quedaron sin pega, alarma el caso de la Canciller por su autonomía y mucha vez díscola posición en asuntos internacionales como son la adhesión al madurismo, el aplauso -no al sandinismo- si no a Daniel Ortega y a su cónyuge o los escombros que tiene que recoger de esa entelequia del arte dadaísta que es la sede de Unasur. Sin embargo, luego del discurso en la principal plaza de Managua y su permanencia al frente de la diplomacia ecuatoriana significa que es una posición oficial del presidente Lenin Moreno como conductor de la política internacional del país. Para comprender este nuevo idioma político y desenredar el perverso entuerto no debe descartarse que los asesores consideren que es un caso de interés nacional presidir la Asamblea General de la ONU.
Tan drástica conclusión contrasta con las buenas relaciones que se están desarrollando con los Estados Unidos y otros países, que deben superar este incordio político y siguen prestos a dar la mano en el norte fronterizo del país; además, para salvarnos de sufrir la succión del Titanic venezolano.