La representación de un territorio no es inocente. No importa si se resuelve vía la literatura, el arte o la cartografía, los seres humanos hemos usado, admirado o contemplado la tierra que habitamos de distintas maneras, en distintas épocas. Tampoco es inocente un territorio que se ha silenciado, que no existe representado por temor o por desconocimiento. El Oriente
–llamado “infierno verde” durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo siguiente- permaneció ajeno a las mentes y las visualidades construidas por serranos o costeños.
El paisaje, o representación del territorio, puede estar cargado simbólicamente de conflictos no resueltos -colonizaciones de extensos territorios usurpados a grupos indígenas canadienses o chilenos; lugares de prácticas esclavistas en las haciendas azucareras o tabacaleras de Cuba o Estados Unidos; espacios que se dinamitan para tender la líneas del tren, sitios donde mueren o han muerto cientos de jamaiquinos como en la Nariz del Diablo en Ecuador-. Artistas que celebran espacios de grandes batallas como Cándido López o Pedro Américo en la Guerra del Paraguay; o paisajes que no caben dentro de las convenciones validadas por las academias europeas y que cuentan otras historias, ni pintadas ni esculpidas, sino bordadas, por citar un ejemplo.
Estas últimas son historias que apelan metafóricamente a otras audiencias, las indígenas, en donde América, el continente americano, denominado por estos como la “isla de la tortuga”, comprende a la Tierra como un ser vivo, capaz de dar vida a todos los seres humanos. Las relaciones de iroqueses, mapuches o inca descendientes, con una larga historia de tierras usurpadas, es distinta al género del paisaje tal como nosotros los mestizos lo conocemos, esta es para ellos “una de las herramientas conceptuales y viscerales de la colonización” (Jolen Rickard, Nación Tuscarora, EE.UU.). “Sus”-la de los indígenas- son paisajes que van por cuerda separada, son representaciones diferentes con intenciones y sensibilidades distintas.
Pertinente, muy pertinente para los nuevos discursos medioambientalistas; para restablecer diálogos con la Tierra. Por ello, celebramos la inauguración de una magna exposición en la Pinacoteca do Estado de Sao Paulo, en Brasil, denominada Paisaje en las Américas. Pinturas desde la Tierra del Fuego al Ártico, que nos permite avizorar los múltiples manejos y visiones sobre las Américas. Gran proyecto cooperativo entre la Galería de Arte de Ontario, la Pinacoteca, Terra Foundation for American Art, en asociación con la Universidad de Yale.
Lo sobresaliente de esta muestra es haber puesto en diálogo horizontal y con honestidad los diferentes lugares y agentes históricos y modernos y sus percepciones sobre las tierras que habitan o habitaron.