Vilma Ochoa nació el 2 de junio de 1980, en el cantón Montalvo, provincia de Los Ríos. Foto: Paúl Rivas/El Comercio
Su personalidad desborda y no tiene relación directa con su 1,50 m de estatura. “Formo deportistas, pero sobre todo quiero que mis muchachas sean buenas mujeres, excelentes profesionales, que se tengan respeto y mucha autoestima”, asegura Vilma Ochoa, deportista y entrenadora de levantamiento de potencia de las selecciones de Pichincha y de Ecuador.
Las formas de su cuerpo son definidas. Su contextura musculosa es una consecuencia de las seis horas de entrenamiento diario porque ella ha hecho del deporte una forma de vida.
“Hay que hacer una diferencia entre el levantador de potencia y el deportista. Yo soy una deportista que planifica su vida en función del entrenamiento. No puedo salir del gimnasio y botar el esfuerzo realizado. Cuido mi alimentación y mi descanso”, detalla.
Su estilo de vida y su pasión por el deporte los transmite a sus muchachas, de las que habla con orgullo. Son una decena de chicas de diferentes edades que forman parte de la Selección de Pichincha, con quienes se entrena en la mañana de 10:00 a 13:00 y las tardes de 16:00 a 19:00 en La Vicentina.
Le gusta predicar con el ejemplo y que ellas encuentren en cada jornada de entrenamiento una motivación distinta. “A veces llegan cansadas por sus jornadas de estudio o entrenamiento. Llegan estresadas. Les espero e intento que cada práctica les deje algo distinto”.
Hay otros aspectos a los que pone especial atención. “Me preocupo mucho de lo que hacen fuera del gimnasio. El deportista debe cuidar su vida privada, también buscar un futuro profesional, por ello insisto en que deben estudiar, lograr una título”.
Ante todo busca que, por practicar este deporte, que requiere un despliegue físico excepcional, sus dirigidas no pierdan su feminidad. “No por levantar pesas parecemos hombres. Somos mujeres que levantamos pesas”, explica la entrenadora, que además de las rutinas de levantamiento de pesas les enseña ejercicios para que sus cuerpos siempre luzcan firmes y femeninos.
Procura que sus muchachas en toda ocasión se vean muy bien presentadas. Maquilladas, que luzcan vestuarios como toda dama y que a la plataforma de competencias “se presenten bellas. No porque vamos a levantar pesas vamos a llegar descuidadas”.
Tiene 35 años y dice que no tiene edad para sentirse la madre de sus deportistas. “Les digo que son mi familia, la que no tengo a mi lado porque en 2007 vine desde Montalvo, para entrenar en Quito”.
Conversa también mucho con ellas. Les habla de los valores, de las responsabilidades, de los deberes. “Como mujer les entiendo cuando uno está cansado o en días que no quieres hacer nada, sin embargo no dejan de entrenarse. Eso me llena de orgullo”.
Este año, que la potencia dejó de pertenecer al Plan de Alto Rendimiento que lleva adelante el Ministerio del Deporte, debe trabajar de manera especial en el compromiso con el deporte, con el país y con todo el proyecto deportivo.
“En los últimos años, el levantamiento de potencia creció, logró medallas en el ámbito mundial. Pero esta vez, por los recortes en los presupuestos, vamos a entrenarnos sin saber si vamos a competir. La misión será siempre motivarles”.
Así es Vilma, la mujer que tiene conceptos de vida claros y la deportista que intenta transmitir su experiencia: récord mundial en la modalidad sentadilla con su marca de 217 kilos. Desde el 2011 ha batido la marca en cinco ocasiones. Sin duda que es una mujer de valía y una gran deportista.