En Rumichaca, en la frontera entre Ecuador y Colombia, muchos viajeros venezolanos se sorprendían de la curiosa travesía de sus compatriotas. Francisco Espinoza/para EL COMERCIO
Cuatro venezolanos partieron de su país en bicicletas rumbo a Perú, el 10 de febrero de 2018. Los pedalistas son oriundos de diferentes ciudades de Venezuela.
Los aventureros eran parte de los cientos de compatriotas que aguardaban pasar de Colombia a Ecuador, el 11 de marzo último. Su destino final es la ciudad de Lima, a donde aspiran llegar en 25 días más.
La travesía por Colombia duró 26 días hasta llegar a Ipiales, ciudad del sur occidente de esa nación.
Cuatro meses antes de emprender el periplo, los hermanos Jesús y Jonathan Berríos, oriundo del Valle del Tuy, una subregión del estado de Miranda, se acondicionaron en sus ‘ciclas’ para poder completar la ruta, que franquea por valles y montañas.
Por la crisis de su país, Jesús cerró su empresa de servicios electrónicos que ofrecía a otras firmas locales y decidió mudarse a la capital peruana. En esa metrópoli piensa montar una empresa similar a la que tenía en su ciudad natal.
Los hermanos Berríos atravesaron solos las localidades llaneras de Maracai, Valencia, Guanares, Barinas. En éste último estado se les unió Xavier Corro, para continuar su excursión hasta San Cristóbal del Táchira, en la frontera colombo-venezolana.
Corro, un especialista en audiovisuales, cuenta que el viaje lo armaron vía Facebook. Ahí propusieron armar un grupo de Venezuela y avanzar pedaleando hasta Perú, para apoyarse mutuamente. Comenta que, al menos, otros 25 pedalistas llaneros actualmente atraviesan el país cafetero. Hay tramos como el Cali-Popayán que lo cubren en autobuses, porque les advirtieron que es una zona proclive a los asaltos y robos. Tienen contacto por redes sociales.
Corro es un experto ciclista urbano. El viaje lo realiza en una bici montañera, que lo adquirió hace 22 años. Siempre anheló conocer otros países en bicicleta. Comenta que no encontró mejor momento que el éxodo obligado que hacen los ciudadanos de su país, desde hace dos años.
Como todos sus compañeros de aventura su equipaje es ligero. Le acompañan unas pequeñas maletas, que van sujetas al cuadro del vehículo. En su interior lleva repuestos de bicicleta, carpa, cocina portátil, ollas y un promedio de dos kilos de comida, para evitar comprar alimentos preparados en el camino. Así reducen los gastos. Uno de ellos también porta la bandera tricolor con ocho estrellas blancas.
Tienen un plan de ruta definido. Cada día, recorren hasta 100 kilómetros, si la ruta es plana. Pero, si es solo ascenso avanzan máximo a 60, explica Víctor Carrillo, un ciclista de montaña profesional.
Éste venezolano, nacido en el Estado de Guárico, se unió a los intrépidos viajeros en Bogotá.
Carrillo quedó deslumbrado con los paisajes colombianos y estaba ansioso por pedalear por Ecuador.
Los ciclistas llaneros no solo reciben la solidaridad de habitantes de las ciudades que atraviesan, sino también de compatriotas que han emigrado a otras latitudes. Ellos les envían dinero para la alimentación y hospedaje, aseguran.
Los mayores retos que han tenido que enfrentar en el camino son los fríos intensos, de hasta 4 grados, como los que sintieron en Pamplona, ubicado al norte de Santander. O las lluvias que cayeron durante su paso por Girardot, en el departamento de Cundinamarca.
A pesar de todo, estos singulares viajeros coinciden que es la mejor historia de sus vidas.