La entrenadora Rocío Guerrero eludió todos los obstáculos para triunfar

Rocío Guerrero (de rojo), en uno de los entrenamientos con sus dirigidos en Quito. Manuel Quizhpe/ EL COMERCIO

Rocío Guerrero (de rojo), en uno de los entrenamientos con sus dirigidos en Quito. Manuel Quizhpe/ EL COMERCIO

Rocío Guerrero (de rojo), en uno de los entrenamientos con sus dirigidos en Quito. Manuel Quizhpe/ EL COMERCIO

A los ocho años de edad, Rocío Guerrero se quedó huérfana tras la muerte de su madre. Desde entonces, su vida cambió drásticamente y se convirtió en una lucha constante por sobrevivir.

Ella está segura que tiene otros cinco hermanos, aunque no los ha visto. Por falta de un familiar que la acoja en su hogar terminó en un albergue religioso de Quito, en donde vivió hasta los 18 años. Una vez cumplida la mayoría de edad abandonó ese lugar y salió con rumbo incierto. Tuvo una serie de experiencias que la afligen al recordar.

“Mi vida es para escribir un libro. No me avergüenzo: me tocó lavar carros, hacer la limpieza en las viviendas y otros trabajos dignos para salir adelante”. Estudió por la noche en el colegio Gabriela Mistral y obtuvo el título de bachiller.

Esa es parte de la historia de la mejor entrenadora nacional de atletismo del 2016. Bajo su dirección, el pichinchano Jhonatan Amores ganó una medalla de plata en la prueba de 10 000 metros del Mundial de Marcha Sub 20 que se desarrolló el año pasado en Polonia.

Guerrero, de 55 años, agradece a Dios por haberle puesto en su camino al técnico José Navarrete, quien en los momentos difíciles la acogió en su hogar y le brindó alimentación. La encontró trotando en el parque El Ejido y la invitó a practicar el atletismo.

A los 20 años, Guerrero se convirtió en una suerte de asistente técnica de Navarrete. Tomaba nota de todo lo que recomendaba o hacía el estratega. De esa manera se autoeducó. “Él me ayudó a que no cayera en las drogas y en otros vicios”.

Desde hace 25 años es entrenadora de la Concentración Deportiva de Pichincha. Creó la escuela de atletismo Salud y Vida, donde se entrenan 69 alumnos de entre seis y 16 años. Entre otros de sus exalumnos destacados están Kevin Angulo y Diana Armas, con éxitos internacionales.

Según Homero Salazar, jefe técnico de la Federación Ecuatoriana de Atletismo, Guerrero es una persona entregada con cuerpo y alma al deporte, que ha luchado bastante. “Sufrió mucho porque le cerraron las puertas en la pista de los Chasquis”. Se iba con sus deportistas a entrenar en El Ejido o en el parque Itchimbía.

Además, pone énfasis en el reclutamiento que hace en escuelas, colegios y 4 barrios de Quito. Su hija, Gabriela Chalá (de 30 años) hizo una maestría en Cuba y es quien planifica los entrenamientos de los atletas de su madre. La adiestradora ejecuta esas planificaciones en los diferentes escenarios.

Salazar, quien trabajó 20 años en Concentración Deportiva de Pichincha (CDP), está convencido que Guerrero tiene al grupo más importante de atletas pichinchanos. Son 69 deportistas. Los otros técnicos, agrega, “no llegan ni a 10 atletas”.

Sus dirigidos, en todos los Juegos Nacionales, consiguen entre siete y 10 medallas. La entrenadora oriunda de Manabí agradece el apoyo brindado por la CDP. “Nos ayuda con alimentación y una beca para los niños de escasos recursos económicos”. La entidad también invirtió en cursos intensivos para los técnicos y ella se benefició.

Por falta de recursos no pudo seguir sus estudios universitarios. Pero siempre aprovecha charlas o seminarios. También laboró en el colegio particular Nuevo Ecuador y allí la enviaron a un curso en Venezuela, que aprobó. El desprendimiento de sus retinas no le permitió aprobar un curso de nivel I de la IAAF.

A Jhonatan Amores lo dirigió desde los nueve años. Después del subtítulo mundial, el andarín de 18 años decidió cambiarse de técnico y desde el pasado 2 de enero se prepara en Cuenca con Julio Chuqui. “Me molestó, pero luego me tranquilicé. Si los hijos propios se van, peor los ajenos”.

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