Daniel Sánchez y Emilia en París. Al fondo, la torre Eiffel. El viaje entonces apenas comenzaba.
Dos de las mayores pasiones en la vida de Daniel Sánchez han sido las motos y los viajes de aventura, como mochilero. A los 16 años tuvo su primera motocicleta y dos años después empezó a recorrer en ella el territorio nacional y algunos países vecinos.
Hoy, a sus 38 años, es el primer ecuatoriano (del que se tenga conocimiento) que circunvaló en dos ruedas el globo terráqueo.
La idea empezó a rondar su cabeza en el 2002, a partir de las experiencias que le relataban algunos motociclistas extranjeros con los que se encontró en el camino. Entonces decidió escribir su propia historia al construir un proyecto que le tomó un tiempo considerable, pero que finalmente lo llevó a materializar su aspiración.
El primer paso concreto lo dio en el 2010 al adquirir la moto ideal para ese propósito: una Kawasaki KLR 650 con muy poco uso, a la que cariñosamente bautizó como Emilia y que sería su ‘corcel’ durante la travesía.
Después vino la fase de ahorro (financió el viaje con sus propios recursos), la socialización del proyecto con su novia Elena y su familia, el análisis de las posibles rutas y la obtención de la documentación necesaria para cada país o región.
En su planificación inicial había contemplado la posibilidad de viajar hasta California, EE.UU., y desde ahí ingresar al continente asiático por China, pero esa intención presentaba algunas complicaciones.
Sánchez se enteró de que necesitaba una licencia obtenida en China y también una moto adquirida ahí para circular por ese país, así que el paso por el país de la gran muralla se vio truncado.
Por sugerencia de sus amigos motoviajeros, estableció rutas alternativas y se fijó un plazo para partir: el 12 de julio del 2012. Ese día tomó un avión hacia Barcelona, España, a donde había enviado la moto, y dos días después inició la que sería la mayor aventura de su vida, hasta ahora.
Nepal fue clave para las reflexiones espirituales.
A partir de ese día, durante el tiempo que duraría el viaje y por voluntad propia, Sánchez vivió una vida de nómada que le llevó la mayor parte del tiempo a dormir en una carpa, a prepararse su propia comida, a sentir fríos y calores intensos, a enfrentarse cada día a situaciones nuevas y desconocidas, a defenderse en lugares donde no conocía el idioma, a tomar decisiones difíciles y, sobre todo, a confiar en su instinto.
Cruzó Europa occidental y central. Por Turquía entró al Oriente medio y recorrió Irán, Pakistán, la India y Nepal. Allí constató que son los países con el tránsito más caótico del mundo, como le habían comentado, pues tuvo dos accidentes de los que, afortunadamente, pudo salir bien librado.
El Oriente Medio ofreció hermosos paisajes.
Llegó al sudeste asiático, atravesó Singapur, Indonesia, Timor Oriental y desde ahí tomó un avión hacia Australia y Nueva Zelanda. Desde ahí tomó otro avión hacia Buenos Aires y emprendió el camino de regreso a Quito. Al cabo de un año recorrió 30 países en cuatro continentes y recorrió 60 000 km.
Sánchez reconoce que esa experiencia le cambió la vida. Hoy valora más el tiempo que comparte con sus seres queridos y procura restarles importancia a las cosas materiales. También ha desechado los estereotipos construidos mediáticamente alrededor de ciertos países o regiones, pues cree firmemente que en el mundo hay más gente buena que mala.
Y como buen aventurero, ya piensa en su siguiente proyecto, que podría llevarlo a cruzar el continente africano de sur a norte, o a atravesar Siberia.