Fútbol y karate por verano en comunidades

Los niños de la escuela vacacional Mushuc Runa aprenden técnicas de karate en una de las canchas. Diana Caiza entrega un balón a su hijo para que entrene. Foto: Glenda Giacometti/ EL COMERCIO.

Los niños de la escuela vacacional Mushuc Runa aprenden técnicas de karate en una de las canchas. Diana Caiza entrega un balón a su hijo para que entrene. Foto: Glenda Giacometti/ EL COMERCIO.

Los niños de la escuela vacacional Mushuc Runa aprenden técnicas de karate en una de las canchas. Diana Caiza entrega un balón a su hijo para que entrene. Foto: Glenda Giacometti/ EL COMERCIO.

Los chicos de las comunidades indígenas de Pilahuín, Kisapincha, Chibuleo y zonas rurales de Ambato, Píllaro, Quero, Mocha y Pelileo son parte de las escuelas vacacionales de fútbol, rumba terapia, karate y taekwondo.

Estas actividades recreativas son organizadas por empresarios indígenas y se realizan en la cancha sintética de la Federación Deportiva de Tungurahua (FDT) y de la Ciudad Deportiva Cultural Mushuc Runa, ubicada en la vía Ambato-Riobamba.

En el complejo deportivo del ‘Ponchito’ se entrenan 1 000 niños de entre 5 a 16 años. Los directivos indígenas explican que los chicos aprenden las nociones básicas del fútbol y las artes marciales.

Según Karina Chango, coordinadora de la Escuela Vacacional del Mushuc Runa, las actividades de recreación permiten que los muchachos compartan sus experiencias, se diviertan y aprendan de los deportes populares.

“Buscamos que los infantes afinen su motricidad y trabajen en conjunto. Aquí eliminamos las barreras culturales, el estrato social y con eso evitamos el racismo hacia la gente de las comunidades de la provincia”, asegura Chango.

En una de las seis canchas de césped del complejo deportivo se encuentran Juan Anangonó, Manuel Chicaiza y Martín Alomoto. Visten camisetas, pantalonetas y polines de color blanco con franjas verdes y rojas. Unas gorras les protegen del intenso sol.

Los jóvenes son oriundos de las comunidades de Chibuleo, San Francisco y San Luis, ubicadas al sur de Ambato. Los futbolistas ocupan las posiciones de volante de creación y delanteros. Entre risas cuentan que van al mismo equipo cuando juegan en las canchas de tierra de la unidad educativa Chibuleo.

“Es la primera vez que me entreno y estoy aprendiendo como parar con precisión la pelota, rematar al arco y driblar. También, vamos aprender a cómo bajar la pelota cuando te envían un centro y disparar remates desde fuera del área”, comenta Chicaiza.

A pocos metros unos 30 niños, de entre 7 y 10 años, se ubican para aprender las técnicas de rumba terapia y karate. La filosofía de las artes marciales es desarrollar la motricidad, el equilibrio o balance corporal, la coordinación y el carácter del practicante.

Los niños aprenden jugando y asimilan los movimientos del karate. Andrés Chicaiza es uno de los practicantes. De mediana estatura y contextura delgada explica que su hermano entrena karate.

“Es interesante está actividad porque puedes utilizar tus brazos y piernas. Los entrenadores nos indican que el deporte no es para agredir sino para defenderse y estar en armonía con nosotros”, explica Chicaiza.

Mientras las clases de rumba terapia consisten en enseñarles pasos para bailar y de coordinación de sus extremidades. Para eso, cuentan con tres instructores de baile, dos de artes marciales y 27 profesores de fútbol. Chango explica que algunos chicos no gustan del 100% del fútbol y por eso pueden practicar otros deportes.

“Hemos involucrado estas actividades para que los muchachos no se aburran. La escuela vacacional es una oportunidad para promocionar el deporte”, dice la coordinadora.

Entre tanto, en la cancha sintética de la FDT se entrenan 100 niños de la escuela de fútbol Chibuleo. Los muchachos tienen entre 6 y 12 años.

Diana Caiza llevó a su hijo Édison Llambo, de siete años. Vestía una camiseta y pantaloneta con una franja roja y blanca. Caiza cuenta que por segundo año su vástago es parte de la escuela de fútbol de la entidad financiera.

“Es una oportunidad para que los chicos se distraigan y pasen entretenidos en horas de la mañana”, indica Caiza.
El entrenador Carlos Benítez es el encargado de dirigir los entrenamientos. El estratega con el apoyo de dos asistentes enseñan a los niños a topar, correr y eludir obstáculos con el balón. “La enseñanza se hace con juegos para que los chicos no se aburran”, dice Benítez.

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