Santiago Espín se entrena de lunes a viernes en la pista de Los Chasquis, de la Concentración Deportiva. Galo Paguay/ El Comercio
Un año y medio le tomó al quiteño Santiago Espín ganar su primera medalla de oro en un torneo Nacional de Lanzamiento de Bala. A los 12 años, motivado por su hermano Franklin –lanzador de martillo-, se vinculó a la disciplina, una de las ramas del atletismo.
Al inicio asistió poco a los entrenamientos en la pista de Los Chasquis, en La Vicentina, y no mostraba interés…
Después se dio cuenta que tenía condiciones, empezó a practicar a diario y ahora es uno de los mejores exponentes del país en la categoría juvenil. Ostenta una marca nacional en la categoría prejuvenil (17,44 metros) y a finales de junio batió récord en su actual categoría (17,56 metros).
En Pichincha, según el entrenador Cristian Aguilar, es el único deportista con proyección en lanzamiento de bala, y a escala nacional no tiene competencia. “El que más se le acerca lanza 2 metros menos”.
¿Qué lo hace, por ahora, insuperable? Su disciplina y constancia. Pero además, el lanzamiento de bala requiere que el atleta tenga condiciones innatas, como su contextura física.
Aunque en Ecuador no hay lanzadores que superen los 1,85 metros de estatura, como el mundialista estadounidense Eric Randolph Barnes de 1,98 metros, Espín es un joven de 18 años alto y corpulento.
No tiene que hacer fuerza para que se observen los voluminosos músculos de sus brazos y piernas, y su ancha espalda.
Aunque Espín reconoce que cuando se inició en la actividad, a los 12 años, “era anchito”, las horas que pasa dentro del gimnasio le ayudaron a desarrollar su cuerpo y a ganar fuerza. Mide 1,83 metros y pesa 115 kilos.
El trabajo con las pesas es esencial en la formación de estos deportistas y Espín lo hizo con la guía de Vinicio Vina, el entrenador de fuerza de la Concentración Deportiva de Pichincha.
En esta disciplina, la fuerza y la técnica van de la mano, pues el lanzamiento de bala consiste en propulsar una bola sólida de acero a la mayor distancia posible. Y eso se lo puede hacer solo si el deportista maneja ambas condiciones.
En la primera fase de la prueba, el deportista sujeta el peso con los dedos de la mano que va a lanzar contra su hombro, colocando la bola debajo de la barbilla. Luego, salta dentro del círculo en una postura semiagachada, ganado velocidad.
Una vez que alcanza el lado opuesto del círculo, estira el brazo y empuja la bola.
Un deportista de élite como Espín trabaja para mejorar la fuerza y perfeccionar la técnica los cinco días de la semana.
Es difícil, pero no imposible, asegura el deportista que terminó la secundaria en el Colegio Mejía, mientras se entrenaba y competía. Pero eso sí, aclara, es indispensable poner en un segundo plano las salidas con los amigos, novia, las fiestas…
Un deportista como él requiere dormir, por lo menos, ocho horas diarias. Una buena alimentación también es importante. El desayuno de Espín, por lo general, contiene cuatro huevos, sin yema; cuatro panes, yogur, jugo y fruta.
Los entrenamientos de Espín están divididos en dos jornadas. En la mañana, desde las 09:30 hasta las 12:00, perfecciona la técnica; y en la tarde, de 15:00 a 17:30, trabaja en el gimnasio de la Concentración Deportiva.
El esfuerzo que pone en cada entrenamiento espera verlo reflejado en el Campeonato Sudamericano que se realizará en Uruguay dentro de 15 días. Él confía en que puede obtener buenos resultados.