Cuando se escucha a los dirigentes de los clubes hablar sobre la crisis del fútbol ecuatoriano, se podría caer en la tentación de creer que todo es un asunto de dinero, de administración y hasta de marketing, esa difusa ciencia que convierte a los ágrafos en políticos de éxito. Pero no. La crisis no agobia a los clubes solamente por su falta de plata, su pésima gestión interna o su plan de difusión. Hay otros factores.
Uno es la falta de figuras de verdad. No tenemos Riquelmes ni Neymares. Seamos honestos: desde Franklin Salas no ha existido un ecuatoriano al que los hinchas vayan a ver al estadio, un referente, un imán de público o al menos un caudillo tribunero. Quizás Saritama fue una excepción mientras estuvo en la ‘AKD’. Yo no escucho a los hinchas de Barcelona decir: “¡vamos al Monumental a ver a Bolaños!”. Que Kaviedes siga siendo contratado a pesar de su inestabilidad (lo acaban de despedir de Liga de Portoviejo) refleja lo mal que andamos de ídolos.
Segundo está la mala suerte con los extranjeros. Pocos han logrado lo que el ‘Kitu’ Díaz o Barcos, que calaron en la hinchada y eran imanes por su calidad. Oyola es lo más cercano que tenemos. Si alguno rinde una temporada, en la siguiente se desinfla, como le ha pasado a Nieto y Laurito. Con honrosas excepciones, los foráneos solo sirven para agrandar las deudas de los clubes.
Tercero: los niños están tan conectados con el exterior que ahora son hinchas de FC Barcelona, Real Madrid, Liverpool y otros equipos de Europa. Los videojuegos realistas, la TV por cable y la Internet han hecho que los menores prefieran el caviar de afuera. Saben más de Balotelli o Neymar que de Pita o Guerrero. Si antes el gusto por lo extranjero era un esnobismo, ahora es una cotidianidad que no se podrá superar con el cambio de la Matriz Productiva. Esto no se arregla con un decreto que prohíba vender la camiseta de Juventus que usa Tévez para imponer la de Miler Bolaños.
¿Podrá la Liga Profesional resolver esto? Probablemente no. Los dirigentes están ocupados en deshacerse de Chiriboga, pero los Neymares no salen por generación espontánea.