Imagen referencial de la Liga Nacional de Baloncesto entre UTE y CKT. Fotos: EL COMERCIO
Viajar en autobuses, arriesgar sus patrimonios, alojar deportistas en sus casas, pagar salarios, buscar patrocinios, hacer de entrenadores, les buscan trabajos…
Esas características son comunes en cinco directivos que mantienen en actividad al baloncesto en el país.
Uno de ellos es Eduardo Chong Qui, jugador entre los setenta y noventa, quien hace de entrenador y directivo en el equipo Ciudad de Quevedo, que juega la Liga Nacional.
Chong Qui vive en Guayaquil, donde gerencia los laboratorios médicos del mismo nombre. Él viaja seis horas diarias -entre ida y vuelta- a Quevedo para entrenar al equipo y supervisar a un grupo de talentos, entre los que están Iván Plúas y Efraín López Sánchez.
El apellido Chong Qui sigue ligado al deporte, ya que su hijo Alejandro ha jugado por las selecciones juveniles de Guayas. Su sobrino Jean Paúl es juvenil y juega en su equipo, que está tercero en el torneo.
En Quito, Patricio Pozo es quien lidera la organización del baloncesto. Él fundó el club de la UTE en 1986, por sugerencia del rector de aquel entonces, Álvaro Trueba. Antes era seguidor del San Pedro Pascual.
Pozo dedica parte de su tiempo al club en la búsqueda de mejorar la nómina, la cual se alimentó por muchos años de los mejores jugadores de los intercolegiales. Estos eran tentados con una beca de estudios en la universidad, además de una ayuda económica.
Pozo también es un cazatalentos. Lleva al equipo a quienes se destacan en los Juegos Nacionales Juveniles. Dos ejemplos son Michael Quevedo, de El Oro, y Mario Gordón, de Azuay.
Otro de los que mezcla el baloncesto con sus actividades profesionales es Jimmy Cedeño. Él, que es profesor de la Unidad Educativa de Informática de Portoviejo y entrenador de las selecciones juveniles de Manabí, dirige al HR Portoviejo en la Liga Nacional.
La función de Cedeño ha sido desde un protector, les da alimentación y útiles escolares. También les consigue trabajo como entrenadores de baloncesto en entidades educativas y en actividades recreativas que el Municipio portovejense organiza.
Jonathan Arboleda, jugador del club manabita, es uno de sus descubrimientos. Lo halló a los 11 años en actividades agrícolas en Esmeraldas.
Cedeño se jacta que ha aportado con 25 jugadores para las diferentes selecciones del Ecuador. Un socio estratégico de él es Hugo Ramos, quien ayuda a estos basquetbolistas con educación e indumentaria, con una inversión mensual de
USD 5 000. Por eso, HR Portoviejo lleva las iniciales de Hugo Ramos en su honor.
En Tungurahua, Javier Cevallos es uno de los promotores más activos. En el 2012, Patricio Pozo lo invitó a participar en la Liga Nacional.
Cevallos lo hizo a través de su empresa ComuniKT, especializada en telecomunicaciones, con el equipo que lleva el mismo nombre en la Liga. Él fue a captar jugadores en Esmeraldas y el Valle del Chota, con promedios de estatura que superen el 1,80 metros, ya que el biotipo del ambateño llega a 1,68 m. En su búsqueda encontró al defensa Carlos Delgado en Esmeraldas, quien ya juega cuatro años con CKT. Cevallos, al igual que otros dirigentes en el país, les da alimentación, vivienda y un salario.
Cevallos gastó USD 3 000 en la iluminación del Coliseo Cerrado de los Deportes de Ambato, renovó el marcador del coliseo por USD 16 000, y la readecuación de las canchas del polideportivo Iván Vallejo por USD 21 000.
La herencia Segura
El basquetbol para la familia “es todo”, dice Enrique Segura. Él heredó la pasión por este deporte de su madre, Rosa Villegas, que jugaba en el colegio Guayaquil, “en la época en que los colegios fiscales eran semilleros en el país”.
Su padre, Jorge Segura, dirigió la Asociación de Básquet del Guayas, lo que le valió a él para incursionar con 18 años de edad. Desde entonces siguió con el legado, “aunque no haya recursos”.
Enrique golpea puertas con frecuencia para encontrar dinero.
Su familia era propietaria de una microempresa que confeccionaba uniformes deportivos. Dirige el club Uruguay, el único que se mantiene vigente en Guayas, y abrió una escuela para niños y niñas, en el suroeste de Guayaquil.