Con la rapidez de la gambeta propia de los elegidos, un decreto presidencial oficializó la naturalización del argentino Damián Díaz, jugador de Barcelona.
La gestión, compleja y demorada para los extranjeros de a pie, fue ágilmente tramitada en las oficinas de la Presidencia de la República. En 15 días se resolvió el tema. El 9 de enero, el Ministro de Deportes puso en conocimiento del Presidente el requerimiento y el 24 fue aprobada la carta de naturalización de Díaz “por haber prestado servicios relevantes al país, con su talento y esfuerzo individual”.
La resolución contrasta con la lentitud del trámite efectuado por el argentino Facundo Martínez, futbolista de la Universidad Católica. Martínez espera desde hace dos años que las autoridades den una respuesta a su pedido de naturalización y en un intento desesperado presentó su solicitud a la Presidencia hace cuatro meses.
El futbolista reside en Ecuador desde hace 9 años, desarrolló el 70 por ciento de su carrera profesional en el país y tiene una hija ecuatoriana.
La controversia de los servicios relevantes surge cuando Damián Díaz protagonizó insultos racistas contra el cuarto juez del partido Deportivo Cuenca vs. Barcelona, en septiembre del año pasado.
El Presidente tiene la facultad de decretar las cartas de naturalización que el considere adecuadas, aunque los servicios relevantes y el buen ejemplo queden en entredicho en el caso Díaz.
De allí que llama poderosamente la atención la diferencia de tratamiento más allá de las subjetividades lógicas que origina el fútbol.