El entrenado Claudio Borghi, Director Técnico de Liga de Quito. Foto: Paúl Rivas/EL COMERCIO
Claudio Borghi nació el 28 de septiembre de 1964 en Buenos Aires. Tiene 51 años. Su carrera de fútbol la empezó en 1980 en Argentinos Juniors. Pasó por AC Milan, River Plate, Colo-Colo, Neuchatel, Flamengo… Como entrenador empezó en el Audax Italiano, de Chile. Pasó por Colo-Colo, Independiente, Argentinos Juniors, Selección de Chile y Liga de Quito.
Los futbolistas actuales o entrenadores evitan hablar de las carencias familiares. ¿Por qué?
El origen no hay que desconocerlo porque debe ser el estandarte de lucha en la vida. Provengo de ascendientes italianos. Vengo de un hogar muy humilde, que es de carencia económica, y por eso siempre lo hago conocer a los jugadores y a mi entorno. Mi padre murió cuando tenía 10 años y tuve que salir a trabajar; mi madre tuvo que repartirnos entre algunas familias del barrio donde vivíamos para que nos pudieran criar y alimentar.
¿Usted es católico?
No. Nací en la religión mormona, pero no practicante porque tengo todos los vicios que no tiene un mormón porque fumo y suelo tomar.
¿Cómo convive con su alimentación después que le diagnosticaron que se cuidara porque se le sube la glucosa?
Tengo antecedentes diabéticos en mi familia. Mi abuela quedó ciega, mi mamá murió de un paro diabético. Y eso me obliga a tomar mis precauciones. Ahora tuve que bajar de peso y para mí ver dulces es un tormento. Aún no soy diabético, pero estoy medicado porque el azúcar se sube con frecuencia.
En el tema de Liga, ¿por qué se han contratado delanteros y volantes cuando se necesitan defensas?
Liga tiene algunos jugadores interesantes que están creciendo como César Batallas, Luis Cangá, que ya tendrán sus oportunidades. Pero sostengo el por qué de los refuerzos en otras áreas. A mi entender los partidos se ganan y se pierden en el medio campo. Yo soy de la idea de reforzar más esa zona.
¿La incorporación de Daniel Angulo modifica lo que usted había pensado en su estilo de juego?
No. Le va dando alternativas. A veces la gente cree que cuando un entrenador pone más delanteros se ataca más o que cuando más defensas se incluye, uno mejor se defiende. Pero la acumulación de gente no es buena.
¿Se ve Ud. en Liga siendo parte de un proceso de tres a cuatro años?
No. Pensar cuatro años en mi trabajo es una locura tremenda. Nosotros somos el fusible de un aparato que cuando se quema, el primero que se va es el técnico. La idea que tenemos es simple: no soy un entrenador que viene por un resultado dominical. Soy de los entrenadores de procesión y no solo de domingo, algo similar a alguien que va a misa todos los domingos; y eso consiste en la formación de jugadores grandes y jóvenes, en forma integral.
¿Su contrato incluye supervisar la cantera del club?
Por supuesto. Eso está dentro de mi formación más de que mis obligaciones. Lo que pasa es que a nosotros nos exigen resultados. Vengo de un club donde la formación era parte integral de la vida, en la que hay que ver si el jugador estudia, tiene padres, su alimentación, hablar otro idioma… Esos argumentos sirven en la formación del deportista que lo hará mejor persona, lo cual beneficiará a cualquier club.