Cuatro décadas después de su ‘Rumble in the Jungle’ (‘El rugido de la selva’), Muhammad Ali y George Foreman se han convertido en leyendas y figuras icónicas, en parte por su épico combate de peso pesado de boxeo celebrado el 30 de octubre de 1974 en África.
Y mientras que la enfermedad de Parkinson ha silenciado la bravuconería que caracterizó al joven Ali, Foreman ha evolucionado desde un boxeador estoico y callado a un vendedor de parrillas para asados, campeón de los pesos pesados después de rebasar los 50 años, hasta ministro de una orden religiosa.
El jueves se cumplen 40 años desde que Ali noqueó al entonces popular Foreman en un combate por el título organizado por el promotor Don King en la ciudad de Kinshasa, Zaire (actual República Democrática del Congo), patrocinado por el dictador Mobuto Sese Seko.
El 30 de octubre de 1974, Ali noqueó en el octavo asalto a Foreman para reconquistar la corona de los pesos pesados que le había sido arrebatada en 1967 por negarse a ingresar en el ejército de Estados Unidos para luchar en la guerra de Vietnam.
La carrera de Ali fue truncada en su mejor momento durante 3 años y medio debido a su negativa, pero en 1971 la Corte Suprema de Estados Unidos confirmó su condición de objetor de conciencia, dejando listo el escenario para su pelea con Foreman.
Por ese entonces, el ‘Big George’ de Texas no había necesitado más de dos asaltos para ganar o defender la corona.
Pero el uso de una estrategia llamada “Rope-A-Dope” (usar las cuerdas para asimilar los golpes), trazada entre Ali y su entrenador Angelo Dundee, vio a Foreman agotarse de lanzar tantos golpes que al final Ali le pudo despachar sin más en el octavo asalto.