El amarillo confundió a los hinchas locales y visitantes en la grada
La Selección de Ecuador en el estadio Atahualpa el 28 de marzo del 2017. Foto: Patricio Terán/ EL COMERCIO
Antes de las 06:00 de ayer ya había gente en los alrededores del estadio Atahualpa. Aficionados ecuatorianos y colombianos cumplían los rituales de los hinchas incondicionales de sus selecciones que sumaron horas de viaje en vehículos, soportaron los fríos de la noche y madrugada, y aliviaron el hambre y el sueño antes de mirar el partido.
El amarillo los confundió, tanto así que los miembros de la Policía Metropolitana, que levantaron una carpa para pintar la bandera tricolor en los rostros de los aficionados, pintaban por igual a colombianos y ecuatorianos.
El sombrero ‘Vueltiao’, una prenda que identifica por el mundo a los colombianos, fue uno de los distintivos de los aficionados de ese país. Llegaron más de los 8 000 hinchas que se anunciaron en los días previos, parecía que fueron 10 000.
“Es el partido a ganar, papá”, dijo Faiver Salazar, que llegó desde Cali. Uno de sus amigos, además de la camiseta amarilla, vestía una típica ruana colombiana, pero esta era de color rojo y en el pecho estaba el escudo del América de Cali.
Otros llegaron con la camiseta verde del Atlético Nacional de Medellín y había quienes iniciaron viaje en Boyacá, la tierra del ciclista Nairo Quintana.
El numeroso grupo de aficionados colombianos llegó liderado por El Cole, el hincha 1 de la selección Colombia desde hace 27 años. “Ya he perdido la cuenta de cuantas veces he venido a Quito. Es un estadio difícil y una selección complicada, tanto así que en 1996 fue el último triunfo que logramos”, expresó Gustavo Llanos, el Cole.
Llegó con su clásico ‘look’, el pelo recordado y teñido de varios colores. Su vestuario combinado el amarillo, azul y rojo de la bandera colombiana y lentes de colores llamativos. “Recuerdo clarito. Yo estaba en la localidad de preferencia y ahí celebré el gol de Faustino Asprilla, esa victoria nos ayudó a clasificarnos al Mundial Francia 1998”, añadió.
“Es lamentable que una de las dos selecciones tengamos que eliminarnos. Somos países amigos, la frontera nos hace hermanos, pero el triunfo o el empate nos ayuda a nosotros”, anticipó el barranquillero.
Precisamente, de Barranquilla, llegó un grupo numeroso, que siempre muestra su fidelidad a la selección de ese país. “Dos días y medio de viaje nos demoramos, y aquí estamos”, detalló Mario Luis Yangana, quien lleva ya dos eliminatorias viajando con el grupo de hinchas.
Los aficionados ecuatorianos llegaron más tarde. Los que madrugaron o llegaron hasta el mediodía fueron los hinchas de provincia. En sus camisetas tricolores se podía leer mensajes de respaldo a la Selección como el de un aficionado de Pasaje, en El Oro, que lucía un sombrero en forma de avión. “Rumbo a Rusia”.
También había hinchas de otras ciudades del país, que apoyaron a la Tricolor durante todo el partido.
La reventa tuvo un gran día. Los boletos los vendían en USD 100 las tribunas y USD 45 las generales. Los precios en taquilla fueron USD 75 y USD 20, respectivamente.
Esa fiesta se extendió a las gradas en el transcurso del partido. Los hinchas de los dos países coreaban los nombres de sus ídolos.
Y la euforia de los fanáticos colombianos se evidenció aún más con el gol (1-) que celebró James Rodríguez, pero que fue autogol de Walter Ayoví.