La máquina para trabajar los abdominales, la elíptica o la caminadora forman parte de la lista de equipamientos que tienen un espacio dentro de los dormitorios o salas de estar. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO
El estilo de vida saludable es tendencia dentro y fuera del país. Por eso ahora muchas personas han incorporado el gimnasio dentro de la casa.
La presencia de equipamientos en distintos ambientes trae beneficios prácticos y logísticos que garantizan la calidad de vida. ¿La razón? Promueven la práctica del ejercicio en diferentes horas del día.
El sueño de muchos amantes de la vida sana sería tener un sitio exclusivo, completamente equipado para cumplir con las rutinas de ejercicios. Eso evitaría las visitas a los gimnasios.
Sin embargo, eso no siempre es posible. Lo que sí se puede hacer es equipar los diversos espacios de la vivienda, conservando, eso sí, el diseño interior. Con una adecuada distribución del espacio, los equipamientos pueden verse como parte del lugar.
Adecuar un espacio para estos fines permite ahorrar tiempo y dinero, además, aumenta el nivel de confort, pues dentro de la casa todo está al alcance de la mano: baño, hidratación.
Joanna Córdova, por ejemplo, es una ciclista de 30 años que prefiere entrenarse en su casa, ya que las rutinas que necesita son distintas a las que proporciona un gimnasio. Además, la joven reconoce que el ejercicio en casa implica un ahorro de tiempo y dinero.
Se ejercita en su habitación. En el espacio libre, Córdova tiene un ‘mat’, ligas, pesas, una barra y una pesa rusa que usa según sus necesidades. Además, de las vigas del techo cuelgan sus aros de gimnasia.
Las vigas son aliadas de la gimnasia o yoga aéreo. Foto: Diego Pallero
Esos accesorios no irrumpen con la armonía de la decoración, sino que advierten que es el espacio de una deportista entregada a su pasión.
El arquitecto Luis López recomienda utilizar los ambientes transparentes, donde haya buena circulación de aire, para desarrollar los ejercicios.
Si en el espacio se van a realizar actividades de meditación, López sugiere que se prevea un ambiente que transmita calma. Eso se logra con colores neutros en las paredes y la presencia de ventanas amplias.
La actividad física intensa debería cumplirse en un espacio amplio y ventilado. En ambos casos, el arquitecto sugiere que se cuente con una vista hacia el entorno natural, pues provoca una motivación extra.
Para efectos de comodidad, Christian Wiese, también arquitecto, considera que el sitio seleccionado podría tener acceso a una terraza o jardín y a su respectivo baño.
Para que se convierta en un espacio ideal también hay que considerar los materiales de acabados y mobiliario.
Los expertos sugieren colocar el equipamiento detrás de un espacio que conecte con el ambiente exterior. Foto: Diego Pallero
Wiese propone que se seleccionen desde la filosofía del Feng Shui, pero también que se considere su funcionalidad: el piso de goma, por ejemplo, brinda protección y comodidad. El piso de madera, en cambio, es ideal para cumplir con rutinas de aeróbicos y de estiramiento.
Además de la optimización de tiempo y recursos, el arquitecto Pedro Moreno considera que el gimnasio en casa otorga privacidad. Para él, debe prevalecer la iluminación natural, pues motiva y prepara a las personas para la práctica física. Si se trata de iluminación artificial, el especialista propone una luz difusa, ya que es más cómoda para la vista.
Moreno recomienda que las máquinas de trabajo se coloquen hacia las ventanas que conectan con el entorno natural y que la composición del espacio sea amplia.
El arquitecto también sugiere detalles de color para armonizar los ambientes, un espejo de cuerpo entero, que otorgue amplitud, y una que otra frase motivacional impresa en vinilos en una de las paredes.
El arquitecto Rodrigo Andrade sugiere que el equipamiento conjugue con calidez, en espacios como la sala de televisión para promover la práctica del ejercicio entre todos los miembros de la familia.
Las rutinas de ejercicios pueden cumplirse en compañía de un video motivacional. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO