El lunes 19 de octubre de 2020 tenemos un reportaje televisivo en donde se ve a un hombre de la tercera edad que se corta las venas y se desangra en plenas dependencias de la matriz del IESS en Quito. Es alguien que ha querido jubilarse desde 2014, y se lo han negado o desatendido. Entonces alcanza el pico de su angustia, impotencia, desesperación. Pero ¿cuál es la razón de entorpecer su trámite? Simplemente un irresponsable patrono de por aquellas fechas debe un último aporte de este afiliado, que consta en planilla, pero sin pagarlo. El afectado expresa su deseo de pagar esa pequeña cantidad para que el “sistema” no tenga impedimento, pero, como en este y cientos de casos idénticos, esto no es posible, e implica destrozar vidas y esperanzas. ¿La solución? hacer un ajuste del sistema, del robot que no piensa, para que permita que el afiliado pague de su bolsillo, pero obtenga su justa jubilación. En el caso específico sabemos que se ha nombrado una comisión para el “estudio” del caso. No hay mucho que estudiar, se reduce a esto. Y, así se daría una salida humanitaria, legal, justa para centenares de casos idénticos. O, ¿acaso necesitan suicidarse uno a uno y que cada drama genere sendas “comisiones”?