La Silla Vacía

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Masculino y femenino: ¡viva la diferencia!

Tomo prestado el título de un libro de Pilar Sordo, académica chilena, quien postula esta propuesta, en la que, en esencia, estoy de acuerdo, a pesar que algunos piensen que estoy afectando a minorías. ¡Todo lo contrario!

En el mundo conectado en el que vivimos ha comenzado el destape de interioridades… de algunos famosos y famosas, entre los cuales se cuentan políticos, directores de cine, actrices –como denunciantes o víctimas, y también como victimarios-, de un fenómeno global que ha sido calificado como inédito y explosivo.

Ejes y preguntas
Dos ejes contribuyen a mezclar las historias que han conmovido a medio mundo, y no solo a los públicos de las revistas del corazón: el poder y la gloria, y el dinero y el placer. Así, temas que antes quedaban entre las sábanas de los personajes ahora son de dominio público, y al parecer solo son el inicio de un sinfín de intimidades que ruedan por todas partes y, claro, circulan por las redes sociales, al convertir, de la noche a la mañana, a héroes en villanos. Y a mujeres -otrora poderosas- en víctimas del machismo, la prepotencia y el dinero.

¿Una prostitución disfrazada de elegancia? ¿Una violencia glamorosa, reflejo de una anomia colectiva que financia y cultiva el hedonismo como centro de un modelo de sociedad? ¿Está en tela duda lo masculino y lo femenino?

Problema mayúsculo
Las respuestas pueden ser variopintas. Una primera aproximación es que el supuesto destape forma parte de una estrategia clara –en la era de la post verdad- donde la mentira y la verdad se cuecen en la cocina escandalosa de un periodismo ansioso de historias llenas de morbo. Y el morbo vende, por supuesto.

Este problema calificado de mayúsculo y serio por unos, es minúsculo e incipiente por otros, quienes ven, simplemente, espacios para la diversión y el espectáculo.

¿El varón domado?
Antes de escribir estas líneas he leído y releído algunos libros, y revisado opiniones de gente del Estado llano. Además, he intentado extrapolar este tema –que no es nuevo- con las violencias que ocurren en tierras ecuatoriales. Me refiero a los acosos y ultrajes a menores en el sistema educativo.

No olvido una obra añeja escrita por Esther Vilar –“El varón domado”- quien en la década de los setenta estableció algunos parámetros para descifrar la masculinidad y la femineidad, contrastados en el macho y la hembra que luchan por dominar los territorios de la sexualidad y el poder. Ese radicalismo hoy ha migrado hacia otras latitudes y escenarios, de la mano de las tecnologías, que han hecho visibles las identidades de hombres y mujeres, y desacralizado las supuestas “debilidades”. Con no pocas razones se invoca la idea que el enemigo de la mujer no es el hombre, sino la pobreza y sus causas estructurales, entre las cuales se cuentan, desde luego, la discriminación de género.

Lo masculino y lo femenino
La neurolingüística y otras ciencias afines avanzan con teorías e investigaciones. En ese contexto y en las legislaciones, hay que reconocer que en el siglo XXI se ha avanzado bastante –pero hay que insistir más- en lo que a equidad de género se refiere. Y no por concepción gratuita de los hombres, sino por propio derecho de las mujeres, como seres humanos.

Pese a ello, la violencia –los diferentes tipos de violencia, entre los que se destacan la violencia doméstica- aumenta según los estudios. Frente a esta situación no hay otro mecanismo que educar a las mujeres, fortalecer las organizaciones femeninas para que alcancen plenitud, en igualdad de oportunidades que los hombres, en los ámbitos educativos, laborales, científicos, sociales, económicos y culturales. En otras palabras: necesitamos más democracia de género, en forma cualitativa, cuantitativa y paritaria.

Apelar a la diversidad
Empero, más de un especialista se cuestiona estos días sobre qué está pasando con los hombres, que hacen las leyes pero no las practican; que ejercen poder pero no dejan espacios a las “minorías” (la mitad de la humanidad está compuesta por mujeres); que escriben “maravillas” sobre la educación y acosan en las aulas…

Lo masculino y lo femenino no están en entredicho, argumenta Pilar Sordo. Es necesario reafirmar –digo yo- la importancia de ser varón y mujer en un mundo que debe apelar a la diversidad y la coeducación, en todas las esferas. Y que ¡viva la diferencia, en todo aquello que nos complementa y realiza como humanidad! Recordemos, finalmente, que hombres y mujeres somos hijos de mujeres. Mujeres son nuestras madres, abuelas, tías, hermanas, esposas e hijas.