Un repaso de la obra de la Compañía de Jesús, en el contexto de los 200 años de la restauración, luego de ser suprimida en 1773. Aportes de la educación jesuita en el Ecuador.
Sobre los jesuitas y sus contribuciones a la Iglesia Universal se han escrito enciclopedias y muchos volúmenes de investigaciones antiguas y recientes.
Al cumplirse en 2014 el segundo centenario de la restauración de la Compañía de Jesús, según bula promulgada por el papa Pío VII, el 7 de agosto de 1814, vale la pena recuperar la memoria sobre los aportes de esta orden a la educación de millones de jóvenes en todo el mundo.
Un viaje por el tiempo nos permite ubicar el contexto del nacimiento de esta orden religiosa, considerada por los historiadores, como una de las más poderosas de la Iglesia Católica. En el siglo XVI cabalgaba en Europa el jinete del Renacimiento con todo su esplendor político, científico, económico y sobre todo cultural. Paralelamente aparecieron en el mencionado siglo las 95 reformas de Martín Lutero, y la denominada contra reforma conducida por los jesuitas para detener el avance del protestantismo.
¿Quiénes eran los jesuitas?
Un grupo de sacerdotes intelectuales conducido por Ignacio de Loyola, vasco y gentilhombre de la corte castellana, quien luego de recibir una bombarda en una de sus piernas durante el asedio de Pamplona en 1521, leyó una vida de Cristo y otra de santos durante su convalecencia, dando inicio a un proceso de conversión que culminaría junto a seis estudiantes de la Universidad de París con la fundación de la Compañía de Jesús en 1540.
Esta orden religiosa, inspirada en los Ejercicios Espirituales y definida en las constituciones, se distinguió por su disciplina, discernimiento y pasión por la obra misionera que se extendió primero por Europa, Asia, África y luego América.
La orden jesuita es primordialmente misionera, abierta a las nuevas culturas y territorios en los cinco continentes. “Hombres como Mateo Ricci en la China, Roberto de Nobili en la India y Antonio Ruiz en las reducciones del Paraguay, llevaron la espiritualidad jesuita a la práctica”.
Los jesuitas en Quito
‘En julio de 1586 se establecieron los primeros cuatro jesuitas en Quito: los sacerdotes Baltasar Piñas, Diego González, Diego Hinojosa y el H. Juan de Santiago’. Las misiones y la educación fueron los objetivos básicos de los hijos de Ignacio de Loyola en América. En 1594, en el edificio actual del Centro Cultural Metropolitano se instalaron los jesuitas. Allí funcionó el Colegio Máximo, incluida la iglesia de la Compañía de Jesús.
La preocupación por la educación llevó a los jesuitas a fundar escuelas, colegios y universidades en todo el mundo, que son crisoles de formación de decenas de generaciones sobre la base de dos principios básicos: la fe y la promoción de la justicia, alimentados por el redescubrimiento de las fuentes de su espiritualidad.
Supresión en 1773
El nivel de influencia de los jesuitas dentro y fuera de la Iglesia creció hasta causar preocupación en las cortes de Portugal, Francia y España que expulsaron y disolvieron a miles de jesuitas entre 1759 y 1767. La presión de estas coronas llevó al papa Clemente XIV a la supresión de la Compañía de Jesús en 1773. Sin embargo, un pequeño grupo de jesuitas siguió existiendo en Rusia, bajo el amparo de Catalina la Grande.
Los franciscanos, los dominicos y los jesuitas en tierras americanas marcaron la impronta del dominio español, donde lo político, lo religioso y cultural estuvieron imbricados. Esta influencia se ilustró en los mapas de las misiones. Uno de ellos –el más famoso- es el mapa del ‘Gran Río Marañón o Amazonas, con la Misión de la Compañía de Jesús’, elaborado por el P. Samuel Fritz (1707).
‘Las misiones, según los historiadores, fueron las únicas presencias efectivas de la corona española y de su Audiencia de Quito en buena parte de la cuenca del Marañón y el Amazonas. La expulsión de los misioneros significó el abandono de aquella región’, según documentos históricos de la época.
Restauración
La infraestructura de los jesuitas en Quito, se orientó básicamente a la educación y las misiones, y comprendía a más del colegio, botica, huertos, panadería, la Universidad de San Gregorio Magno y su magnífica biblioteca, reconocida como una de las más sobresalientes de América del Sur.
La expulsión de los jesuitas, en 1767, significó un cambio en el uso del suelo y de los edificios adyacentes. Una parte se convirtió en cuartel y otra en fábrica de tabaco. En ese espacio nació la Universidad de Santo Tomás de Aquino, antecesora de la Universidad Central del Ecuador, y la biblioteca de los jesuitas se convirtió en biblioteca pública regentada por Eugenio Espejo.
Cuarenta y un años los jesuitas fueron borrados del mapa, pero el 7 de agosto de 1814, el papa Pío VII restauró la Compañía de Jesús. Entre los famosos jesuitas desterrados se halló el P. Juan de Velasco, riobambeño, autor de la ‘Historia Moderna del Reino de Quito y Crónica de la Provincia de la Compañía de Jesús del mismo Reino’. Velasco murió en Faenza, Italia.
Un dato interesante: los americanos que tenían voz propia en las cortes españolas, solicitaron la restitución de los jesuitas a sus respectivos países. La petición fue firmada por treinta delegados americanos. Lo hizo José Joaquín de Olmedo, y se abstuvo José Mejía Lequerica.
Juan José Flores intentó llamar a los jesuitas, a través de Olmedo, sin éxito. Fue Gabriel García Moreno quien logró el objetivo en 1862 –tras la expulsión que habría decretado José Ma. Urbina en 1852.
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