Cada año, en Guayaquil, los artesanos se lucen con monigotes gigantes que se han transformado en un atractivo turístico. Foto: Mario Faustos/ EL COMERCIO.
Lo sabemos, el 2015 ya se terminó. Sin embargo, en las calles de Guayaquil todavía se pueden apreciar monigotes gigantes. Arnold de ‘Oye Arnold’, Johnny Bravo, los Minions y otros personajes se tomaron algunas calles de la ciudad y desaparecerán luego de ser quemados durante las primeras semanas de enero.
Pero espera, ¿no se queman los viejos el 31? Resulta que estos gigantes no, pero para explicártelo regresemos un poco en el tiempo. Se dice que la quema de los ‘viejos’ en Guayaquil data de 1895 durante unas de las epidemias de fiebre amarilla que azotó al puerto. El ropaje de los muertos fue utilizado por sus familiares para rellenarlos de paja y ramas y quemarlos el último día del año en señal de expulsar la peste.
Luego se convirtió en una tradición para quemar todo lo malo pasado en el año. Muñecos rellenos de aserrín predominaron por años. Los artesanos elaboraban las caretas en moldes hechos en barro.
El inicio de los concursos de años viejos patrocinados por Diario El Universo, a lo largo de la avenida Nueve de Octubre, a inicio de los años sesenta llegó a pensar en otras formas. Los hermanos José y Raúl Cruz ganaron en 1962 con muñecos armados con un esqueleto de madera (inspirados en las marionetas), forrado en papel con almidón (engrudo) y pintado con esmalte de colores.
Esa técnica permite elaborar los monigotes con la forma y poses que el artesano deseaba volviéndose desde fines de los ochenta e inicio de los noventa en el mecanismo preferido. Aunque han perdido adeptos, hasta hoy se venden muñecos de aserrín.
Pero, además, la madera, el papel y el cartón fueron fuente de inspiración para el surgimiento de los años viejos gigantes del suburbio convertidos hoy en atractivo turístico.
Y es precisamente por esta última razón que no se los quema el 31 de diciembre, sino entre las primeras dos semanas de enero. De esta forma se quiere dar más tiempo a las personas para que sigan visitando los monigotes gigantes y tomándose fotografías.
Uno de los pioneros de las enormes obras de artes es Omar Espinoza quien los elabora desde 1995. En el sector de Capitán Nájera y la 20 iniciaron esta tradición para darle realce al barrio. El primer trabajo elaborado fue un Demonio de Tazmania de 5 metros de alto. “Por cuatro años consecutivos fuimos los únicos en el suburbio en hacer monigotes gigantes a manera de un arte hasta que otros moradores empezaron a hacer sus muñecos”, dice Espinoza.