El suministro de agua de tres parroquias depende del volcán

agua volcán Cotopaxi

agua volcán Cotopaxi

El agua que baja del volcán Cotopaxi es tratada en una planta ubicada a 30 minutos de la comunidad San Ramón. Foto: Paúl Rivas / El Comercio

La vertiente de agua de la que se abastecen los pobladores de Mulaló, Joseguango Bajo y Aláquez nace en el glaciar del volcán Cotopaxi. Atraviesa un camino rodeado de montañas y se reduce hasta llegar a una ancha acequia en lo bajo de la quebrada de El Purgatorio, zona rural de Latacunga.

En ese punto está el reservorio desde donde se distribuye el agua potable a unas 2 100 viviendas. Todas están afiliadas a la Junta de Agua Regional Oriental, la más grande de la zona. Este punto de captación, sin embargo, está también en la ruta por donde bajarían los lahares en caso de una erupción, de acuerdo con los mapas de prevención que ha difundido la Secretaría de Gestión de Riesgos.

En una emergencia, las tres parroquias se quedarían sin el sitio de captación y por tanto sin agua, lo que preocupa a sus representantes. Además, Mulaló, Joseguango Bajo y Aláquez están rodeadas de quebradas por donde bajaría el material del volcán y provocaría su aislamiento.

De acuerdo con los mapas de lahares que ha elaborado la Secretaría de Gestión de Riesgos, el material volcánico seguirá principalmente el camino de los ríos Saquimala y Aláquez (ver mapa). Por esa razón, las vías para entrar y salir de estas poblaciones quedarán bloqueados.

Mayra Toapanta, de 25 años, ha recibido información y se prepara para enfrentar una posible emergencia. Ella es madre de una bebé de 11 meses. Con su esposo, que trabaja como guardia en una floricultora del sector, viven en Joseguango Bajo.
Su vivienda está ubicada en sitio seguro, pero sabe que una erupción los dejaría incomunicados y sin agua. Por eso ha recogido el líquido en dos tanques para enfrentar cualquier eventualidad.

En el punto de captación de agua (en la quebrada de El Purgatorio) hay dos piscinas en las que se recoge el líquido, que baja directamente desde el Cotopaxi. Cuando comenzó el proceso eruptivo (agosto pasado), las autoridades colocaron plástico para cubrirlas y evitar que el líquido se contamine con la ceniza del volcán, pero el fuerte viento del páramo se lo ha llevado. Ni los palos con los que se atrancaron sirvieron para mantener la protección.

Miguel Toscano y Cristóbal Égüez, trabajadores de la Junta de Agua Regional Oriental, suben casi todos los días hasta el lugar para realizar trabajos de mantenimiento.

Tienen que asegurarse de que el agua pase por el desarenador, que es una parte del canal en la que se sedimenta arena, tierra o piedras y ahora también la ceniza. Es un primer filtro antes de que el agua llegue a las piscinas y de ahí a la planta de tratamiento.

Jorge Villamarín, presidente de la Junta de Agua Regional Oriental, se preocupa de tomar muestras de agua de forma constante para que sean analizadas en Latacunga. Hasta ahora no hay motivos para dejar de consumirla, pues está dentro de los niveles permitidos, según el dirigente. Esto lo ratifica la Cruz Roja.

El fin de semana, representantes nacionales e internacionales del organismo hicieron un recorrido para verificarlo.

De acuerdo con los análisis que realizaron en laboratorio, el líquido de la junta regional es apto para el consumo humano. Aunque Victoria Albán, presidenta de la Cruz Roja en Latacunga, cree que se podría mejorar aumentando la cantidad de cloro.

Los habitantes son cautos a la hora de utilizar al agua del Cotopaxi. Toapanta la hierve en la casa que habita y donde arrienda con otras dos familias. Dice que lo hace por el bienestar de su niña.

Javier Iguago, en cambio, prefiere no usarla para el consumo humano y compra botellones para cocinar y beber. Es una inversión adicional: gasta aproximadamente USD 5 semanales. El agua que va por las tuberías solo utiliza para lavar la ropa y alimentar al ganado.

El agua que sale de sus lavabos se ve cristalina, igual que la que baja desde el Cotopaxi hasta los tanques de captación. Pero Iguago no se convence de su estado. Dice que sus padres son de la tercera edad y no puede correr riesgos.

También hay personas que compran agua o se abastecen fuera de su comunidad, porque escasea. Es el caso de Luz María Velasco. Ella llegó el miércoles 9 de septiembre hasta el centro de Aláquez para buscar a uno de los trabajadores de la junta de agua. Su vivienda está ubicada en El Calvario. Llevaba una semana sin agua.

Ahí preguntó si por el volcán se había cortado el suministro para su barrio, pues ha tenido que recurrir a sus vecinos para que le presten un vehículo e ir con tanques a otros sectores.

Jorge Villamarín, presidente de la Junta de Agua, trató de tranquilizarla explicándole que el volcán no tiene nada que ver, pero que si diera problemas se aplicaría el plan de contingencia. Este incluye usar el agua de otras dos juntas de agua más pequeñas que hay en la zona, que no se verían afectadas por los lahares. Se bombeará para garantizar el servicio los primeros días a quienes no logren evacuar. También está planificada la compra de tanques para almacenar el agua.

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