Imagen referencial. Una mujer relata el asalto que sufrió a finales de agosto del 2020 en la Ruta Viva. Foto: Archivo/ EL COMERCIO.
Manuela (nombre protegido) sufrió un asalto en el kilómetro 4 de la Ruta Viva, ubicada en el oriente de Quito. El hecho ocurrió mientras se movilizaba en un vehículo amarillo con dirección a su vivienda localizada en la parroquia de Cumbayá.
A continuación su testimonio:
“El asalto ocurrió a las 19:00 del jueves 27 de agosto del 2020, pero hasta hoy vivo las secuelas psicológicas de lo que me pasó. Tengo pesadillas y siento mucho miedo cuando estoy en la calle. Ya no salgo sola de mi casa y siempre pido que alguien me acompañe a realizar mis actividades.
El día del robo, yo salí de mi trabajo y pedí el servicio de un vehículo amarillo, a través de una aplicación, para dirigirme a mi casa en Cumbayá. No quise molestar a mis familiares para que me vayan a ver. Además, la placa de mi carro no coincidía con el día de circulación.
Cuando circulábamos a la altura del kilómetro 4 de la Ruta Viva, cerca del fotorradar de velocidad, el carro iba muy despacio y el conductor chateaba con su teléfono celular. Circulábamos con los vidrios abajo.
En ese instante, una motocicleta con dos individuos apareció y se acercó al vehículo. Uno de los ocupantes nos apuntó con un arma de fuego y nos hizo gestos para que nos detengamos. Le dije al chofer que acelere para huir, pero no me hizo caso. Se orilló en la vía y los delincuentes me quitaron el celular, documentos personales y otros objetos. Me punzaron con un cuchillo a la altura de las costillas.
Al chofer le quitaron solamente el teléfono móvil, no el dinero que llevaba. Luego del asalto, le dije que vayamos a cualquier Unidad de Policía Comunitaria (UPC) para pedir ayuda, pero no me hizo caso. Me llevó a la casa, el chofer se encontraba muy asustado.
Tres días después presenté la denuncia en la Policía Judicial. Mientras hacía fila, escuchaba los casos de otras personas que fueron víctimas de toda clase de delitos. Por ejemplo, robos en la calle, de las piezas de sus vehículos. Se quejaban de que había mucha inseguridad en la ciudad.
Hasta hoy siento las secuelas del atraco. Lo que más recuerdo es que me apuntaron con el arma de fuego y lo que me amedrentaron con arma blanca. Mis familiares me ayudaron a superar ese mal momento con apoyo emocional, me dicen que gracias a Dios las pérdidas sólo son materiales. En los chats que tengo con mis amigos de la iglesia me brindan apoyo emocional, oramos mucho por lo que ocurrió”.