Miró al cielo y lloró en oración a la Virgen de El Quinche. “Gracias mamacita, mi nietito está bien”. María Grande, de 70 años, se acercó despacio a Edwin Moya y los dos se fundieron en un abrazo a un costado de la calle La Alborada. Esa es la vía de acceso al cuartel del Grupo de Intervención y Rescate (GIR) de la Policía, en donde Moya, de 22 años, sigue el curso de esa unidad. Ayer, él estuvo cerca del estallido que alarmó a Quito.
Junto a ellos, otra mujer forcejeaba con los policías que vestidos con uniforme camuflaje y chaleco antibalas impedían el paso al cuartel. “¿Dónde está mi hijo? ¿Díganme si hay muertos como están diciendo?”, preguntaba una y otra vez, entre sollozos. La respuesta de un uniformado fue tajante: “Todos están bien señora. Ya mismo les damos más noticias de su pariente. Por favor, retírese”.
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Lo que ocurría en La Alborada contrastaba con lo dicho por este policía. La calle adoquinada estaba repleta de médicos del IESS, paramédicos de la Cruz Roja, bomberos, ambulancias y motobombas con las sirenas encendidas…
A media mañana comenzaron a tejerse las primeras hipótesis de por qué había ocurrido la explosión de las 11:15. Ningún dato era oficial hasta ese momento. Tampoco estaban confirmadas las noticias que en las redes sociales como Twitter comenzaban a circular y daban cuenta de cuatro muertos.
Recién cerca de las 12:00, Bomberos informó que las explosiones ocurrieron cuando policías del GIR manejaban explosivos C-4 en una práctica de tiro.
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Casi a esa hora, un grupo de gente se dirigió a la avenida Manuel Córdova Galarza. En el centro iba el ministro del Interior, José Serrano, que caminaba sin chaqueta ni corbata.
Su explicación fue rápida, pero confirmaba que la explosión había ocurrido en el polvorín del GIR. “No hay muertos. Están heridos un policía, cuatro niños, dos maestros de una escuela y cuatro cadetes de la Policía”, dijo, pero este Diario registró 62 afectados. “¿Entonces no hay muertos? le volvieron a preguntar. “Les estoy diciendo que no”, respondió.
La duda tenía una razón. Minutos antes, al cuartel del GIR había ingresado el vehículo de Medicina Legal, exclusivo para el levantamiento de cadáveres. A esa hora, el paramédico Cristian Rivera estaba en el lugar de la explosión, pero los policías lo obligaron a salir cuando entró ese vehículo. Le dijeron que en ese momento iba a darse un peritaje.
A un costado de La Alborada, dos policías sacaban fundas negras y otros la ropa camuflaje que usan los agentes. Nadie explicó nada. Todo ocurría en medio del hermetismo.
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Las ambulancias entraban y salían del GIR. En medio de la gente apareció un hombre, civil, de mediana estatura. Él estuvo a solo metros de la explosión y aún asustado relataba lo que había visto: “Estaban bastantes civiles y unos policías comenzaron a hacer una demostración de tiro. De pronto hubo una explosión y luego otra. Esta si fue grande y subió por toda la ladera”.
Otro hombre que también logró salir del cuartel ileso se hizo una pregunta: ¿A dónde se fue tanta gente que estaba adentro?”.
Las preguntas eran más que las respuestas. El ministro Serrano dijo que no va a especular.
Después llegó el alcalde de Quito, Augusto Barrera. Tenía un chaleco rojo y al inicio solo sabía lo que por las redes sociales se sabía. Una hora después salió y dio datos: “La explosión generó daños en un perímetro de aproximadamente 1 kilómetro de radio”.
Los vecinos del barrio John F. Kennedy solo lo escuchaban. Terminó de hablar y surgieron más inquietudes de la gente. ¿Dónde nos vamos a quedar esta noche? ¿A qué hora nos van a dejar entrar? ¿Quién va a pagar los daños?
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Barrera fue rápido: “En la noche van a quedarse policías y militares”. Y aseguró que los daños en las casas cubrirá la institución del orden. Un hombre lo interrumpió y otra pregunta: “¿Será posible que saquen el polvorín de este lugar?”. El Alcalde fue enfático: “La idea es reubicar definitivamente esto. Tiene que salir el polvorín”.
Fabiola Rodríguez dice que no es la primera vez que reclaman. De hecho, a la hora de la explosión caminaba al GIR a pedir que tomaran las precauciones en los ejercicios y uso de municiones. “Pero me enteré que había problemas y volví a casa. Cuando estuve con la guía en la mano, el estallido me lanzó a la refrigeradora. A Mario Robalino le botó al piso. “Cuando salí, todos corrían, hasta los policías. Vi una nube negra y estaba oscuro”. La abuelita del aspirante Moya sintió el movimiento hasta Cotocollao, un barrio bastante alejado del GIR.
Este mapa realizado con la aplicación GoogleMaps, muestra el lugar en el que ocurrió la explosión.
Ver Explosión en el norte de Quito en un mapa más grande
Testimonio
Xavier Paéz
Informo a ustedes que en el campus de la Universidad de Especialidades Turísticas, ubicado en la Calle Machala OE6-160, entre José Carrión y Machala, algunos vidrios de las ventanas vibraron por pocos segundos y con moderada intensidad como producto de la onda expansiva.
Adicionalmente, lamentamos lo sucedido y nos solidarizamos con las víctimas de este infortunado accidente.