Debía ser suficiente para sensibilizar a ciudadanos y autoridades, pero no. Encadenada a un poste hace 31 meses, la bicicleta blanca evocó la muerte de Hugo Vinicio Ortiz, geólogo arrollado por un bus cuando cicleaba por la av. Amazonas. Ese hecho no cambió nada.
Las voces de repudio a la prepotencia del conductor, al abandono estatal, a la indolencia colectiva han vuelto. La indignación es por la lamentable partida de Salomé Reyes, odontopediatra, arrollada por otro bus en Tumbaco al conducir su bicicleta.
Las regulaciones en la movilidad y la edificación de infraestructura son indispensables, pero insuficientes si nadie invierte en lo de fondo: la educación en valores. Urge la construcción de convivencia.
Señores, la prepotencia de conductores y peatones, la escasa cultura vial, traen más violencia a Quito que el crimen en razón de pérdidas humanas. Y no es una sentencia desproporcionada.
La ciudad reportó el año pasado más muertes por arrollamientos en las vías (200) que por asesinatos con armas de fuego (72). En suma, hubo 296 fallecidos por accidentes de tránsito (25 en promedio al mes), frente a 226 homicidios (19 promedio mes). Entonces, si los crímenes no son la principal muestra de demencia en esta ciudad, cabe hacer algo más que repudiar.