El ciclo de la Revolución de Quito, con la que se inició el proceso de la independencia del actual Ecuador, se extendió entre 1808 y 1812. En la Navidad de 1808 una élite de criollos se reunió para discutir sobre la posibilidad de instalar una Junta de Gobierno.
Dicha Junta Soberana solo pudo constituirse el 10 de agosto de 1809, cuando la revolución desconoció al Presidente de la Audiencia e instaló el primer Gobierno criollo en Hispanoamérica. El 2 de agosto de 1810 un intento por liberar a los próceres detenidos en el Cuartel Real (donde hoy se ubica el Centro Cultural Metropolitano), provocó la escandalosa masacre de los revolucionarios quiteños y de decenas de pobladores.
En 1811 se organizó la Segunda Junta y fue convocado el Primer Congreso de Diputados. El 15 de febrero de 1812 se dictó la Primera Constitución y se proclamó el Estado libre de Quito. Sin embargo, a fines del mismo año, las últimas resistencias armadas de la Revolución Quiteña fueron vencidas y con ello triunfaron las armas realistas.
Es en recuerdo de ese ciclo revolucionario que Ecuador conmemora su Bicentenario. Y específicamente este lunes 2 de agosto el país recuerda la muerte de los próceres ocurrida un día igual en 1810.
Aquella dolorosa jornada de agosto se inició cuando seis hombres tomaron la guardia del Cuartel para enseguida tratar de liberar a los 72 presos identificados como actores y partícipes del derrocamiento presidencial del año 1809. Los soldados realistas de pardos y de limeños, con el deseo de tomar venganza por la muerte de uno de sus oficiales y, sin duda, bajo la orden de “impedir” la liberación de los presos, se lanzó sobre las celdas donde se hallaban -algunos incluso con grilletes-, los próceres.
En esa sangrienta represión murieron: Juan de Dios Morales, Manuel Rodríguez de Quiroga, Juan Salinas, Francisco Javier Ascázubi, presbítero José Luis Riofrío, Juan Larrea y Guerrero, Mariano Villalobos (gobernador de Canelos), Juan Pablo Arenas, Antonio de la Peña, Vicente Melo, Atanasio Olea, Nicolás Aguilera, Manuel Cajías, Carlos Betancourt, José Vinueza, y N.N. Tobar.
Pero no solo ellos. Los soldados se lanzaron a las calles, donde saquearon casas y prosiguieron con los asesinatos. Murieron unos trescientos pobladores de los barrios quiteños.
Este hecho definió a la Revolución de Quito: no quedaba más camino que la independencia. Pero las condiciones de la época impidieron que ésta se consolidara pese a que pudo arribarse a la constitución del Estado libre de Quito. Las noticias sobre la matanza de nuestros próceres y pobladores se extendió por Hispanoamérica.
De inmediato, Caracas y Bogotá acordaron varios días de duelo. La Revolución de Quito continuó pese al horror. Y pasó a formar parte del proceso de luchas contra el coloniaje en toda Hispanoamérica, porque el año 1810 también prendieron las revoluciones de México, Caracas, Bogotá, Santiago de Chile y Buenos Aires.
La independencia se convirtió en un objetivo hispanoamericano que solo pudo culminar una década más tarde, gracias a las acciones militares emprendidas por los nuevos líderes del proceso, entre los que destacó Simón Bolívar, el Libertador.