Ximena Bohórquez pide calzarse zapatillas, dejando a un lado las botas, para no contaminar el piso esterilizado de su centro de reducción de peso, ubicado en la av. Los Shyris, en el norte de Quito.
La ex diputada y primera dama de la nación, durante el gobierno de Lucio Gutiérrez, afirma estar contenta y tranquila. Ha vuelto a desempeñar su profesión de médica salubrista (con un posgrado en obesidad). Pero no se ha desenchufado del todo de la política…
Sin querer tomarle una prueba sobre la coyuntura noticiosa surge en la conversación un tema. Y ella comprueba que está al día.
“Ajá, es que Paola Pabón pidió al Pleno que la Comisión de Fiscalización estudie el caso Cofiec y luego retrocedió”, respondió.
¿Va a ser candidata a asambleísta? Respira y responde que ha tenido algunas propuestas, pero que no ha tomado una decisión.
¿Su esposo le ha solicitado que se candidatice? Ella comenta que se desafilió de Sociedad Patriótica (PSP) y que no desea ahondar en ese tema. Con ese tono de voz, pausado, incluso cándido, dice que solo Alianza País no le ha pedido participar en su papeleta.
Bohórquez es una de las primeras damas ecuatorianas que, desde 1979, se salió del formato. No llegó al poder, entre enero del 2003 y abril del 2005, solo por ser la esposa del presidente de la República. Si bien asumió la dirección del Instituto Nacional del Niño y la Familia (Innfa), como otras primeras damas, ella además fue elegida diputada por Pichincha. Y desde su curul apuntaló leyes en esa área.
Christian Rivera fue su asesor en Comunicación en esa época. La recuerda firmando, en su despacho en Carondelet, convenios por ejemplo con el Hospital Bambino Gesú, de Italia, para que niños ecuatorianos con enfermedades catastróficas sean atendidos. Y revisando la fórmula del Nutriinfa, un suplemento alimenticio, en el Innfa.
También en su faceta de diputada, impulsando la Ley de Maternidad Gratuita. “Fue más allá de su deber, como negociadora en la crisis carcelaria”, cuenta.
Anunciata Valdés, activista por los derechos de las mujeres, señala que la figura de la primera dama es muy tradicional. Pero que no necesariamente corresponde al nuevo rol de la mujer en la sociedad actual. Sin embargo considera importante que teniendo esa posición o no, todas en su campo se involucren en los problemas del país , según sus habilidades.
Está bien si eso responde a una vocación, a una decisión, que no sea una imposición por ser la esposa del presidente, anota Valdés. De otro modo se convierte en algo asumido para guardar las en apariencias o un trabajo superficial.
Ese fue el caso de mi madre -rememora Martha Roldós-. Es la hija de los fallecidos Jaime Roldós y Martha Bucaram, presidente y primera dama, entre agosto de 1979 hasta mayo de 1981.
Ella fue una de las abogadas, que en 1974, cuando se hacían preparativos para el Año Internacional de la Mujer, se reunían en el Museo Municipal de Guayaquil, para hablar de los cambios que se debían hacer en el Código Civil, para que la mujer deje de tener una posición subordinada. Al estilo de Michelle Obama, la esposa del Presidente de los EE.UU. y candidato a la reelección, su madre acudía a los ‘meetings’, durante la campaña, lo que molestaba a su tío, Asaad Bucaram, quien no veía bien el protagonismo de la mujer en la política.
Ella también luchó porque la mujer tenga seguro social -señala Martha- . Y reflexiona: No todos los roles son así, el de la primera dama es como convencional, pero cada quien lo puede convertir en una cosa diferente…
Martha Roldós cuenta que con su madre se cambió la imagen del Patronato. Y se creó el Innfa; además introdujo la Oficina de la Mujer, adscrita a la Presidencia. “Todo eso tuvo que ver con el tipo de matrimonio que tenían, se conocieron en la universidad y fueron compañeros de lucha política siempre. Para mi madre no fue una imposición asumir este rol activo en la política”, dice Roldós.
Ella apunta que Eugenia Cordovez de Febres Cordero, fallecida hace unas semanas, aún en la época más dura de ese gobierno, al que denomina represor, generó una imagen diferente, como espacio de tregua.
La mayoría de las primeras damas del Ecuador desde 1979 ha mantenido una posición más bien distante de la caldera política que, a su debido tiempo, envolvió a los presidentes. Por eso, algunas no quisieron ser parte de las entrevistas para este tema.
Sus funciones no solo eran dirigir parte de la política social desde el Innfa o cumplir actividades protocolarias. Muchas de ellas se dedicaron a cuidar su hogar por las actividades de los presidentes.
Bohórquez y Roldós coinciden que es una decisión respetable de la esposa del actual presidente el no haber asumido el Innfa. La esposa de Rafael Correa es Anne Malherbe, de Bélgica. Desde los primeros días del gobierno de su marido renunció a ser la primera dama. Para ella todas las mujeres son iguales, no hay mujeres de primera o segunda categoría, según las declaraciones que dio a la prensa en el 2006. Ella mantiene un perfil bajo, sigue con su vida normal, como maestra de tercer grado en el Colegio La Condamine, en Quito.
Datos curiosos de la historia de las primeras damas
La primera dama más joven de Ecuador fue Paola Mahuad (17 años), hija de Jamil Mahuad. Ejerció el cargo por la condición de soltero de su padre. La de mayor edad al asumir su rol fue Josefina Villalobos de Durán-Ballén.
Corina del Parral, esposa de José María Velasco Ibarra, ha sido la mujer que más veces ocupó el cargo, siendo primera dama en cuatro ocasiones. Le sigue Piedad Roca Marcos, esposa de Alfredo Baquerizo Moreno, durante tres ocasiones.
Solo tres veces la esposa del presidente no ha ocupado el cargo: Marieta de Veintimilla, sobrina de Ignacio de Veintimilla (1876-1883); María Laura Arosemena, hermana de Carlos Julio Arosemena Monroy (1961-1963); y Paola Mahuad.
Pedro Fernández de Córdova, esposo de la presidenta Rosalía Arteaga Serrano no recibió el título como tal, pero en el imaginario popular ecuatoriano es recordado extraoficialmente como el primer caballero (1997-1997).
Las parejas presidenciales desde el retorno a la democracia en 1979