Fue Thomas Paine -un escritor inglés que contrajo la pasión por la libertad, tras conocer a Benjamín Franklin- quien sistematizó por primera vez el concepto de los derechos humanos (DD.HH.).
Entre 1791 y 1792, Paine publicó ‘Los derechos del hombre’, un largo y ardoroso alegato a favor de las libertades individuales y de los gobiernos elegidos por el pueblo. Fue escrito para contestar las críticas que su ex íntimo amigo, Edmund Burke, había hecho a la Revolución Francesa.
Burke, un renombrado político de Bristol que había apoyado la liberación de las colonias americanas del imperio británico, defendía ahora el derecho de los aristócratas a heredar el poder, argumentando que así lo habían decidido las generaciones anteriores, hace mucho tiempo. Heredar el poder era, por tanto, un ‘derecho natural’ adquirido por la aristocracia y santificado por Dios y su Iglesia, aseguraba Burke.
Paine respondió que ese supuesto convenio por medio del cual se aceptaba que el poder fuera hereditario era ilegítimo. ¿Por qué? Las generaciones pasadas no pueden comprometer el bienestar de las generaciones futuras con sus decisiones erradas y no es dable que alguien pueda ‘gobernar desde la tumba’, sentenció este pensador inglés.
A partir de este argumento y tomando como premisa el trabajo de Locke y, sobre todo, de Rousseau, Thomas Paine aseguró que los ‘derechos naturales’ sí existen, pero que estos no son exclusivos de los aristócratas, sino de todos los hombres y que, además, no tienen que ver con la posibilidad de heredar el poder sino, más bien, con la necesidad de vivir libremente y de alcanzar la felicidad.
Por ser consubstanciales a todas las personas, Paine bautizó a esos ‘derechos naturales’ también como ‘derechos humanos’. Los DD.HH. son aquellos que adquiere un individuo por el solo hecho de existir y tienen dos facetas, argumentó este escritor.
La primera se refiere a sus derechos intelectuales, es decir a la posibilidad de pensar, creer y expresar libremente aquellos pensamientos y creencias. La segunda faceta tiene que ver con la necesidad de cada persona de ejercer su individualidad, es decir de vivir como mejor le parezca, sin llegar a afectar a sus vecinos.
Cualquier Gobierno que irrespete los DD.HH. perderá su legitimidad y los miembros de la sociedad podrán levantarse contra él y desobedecer sus dictados, escribió Thomas Paine.
Aun cuando una autoridad haya sido elegida por voluntad popular, merece ser depuesta si conculca el derecho de las personas a pensar y a expresarse según los dictados de su conciencia. El derecho al disenso y a la protesta para defender la libertad también forman parte de los DD.HH., agregó Paine.