Su carrera de médico estuvo durante varias décadas en permanente contradicción.El español Carlos Jiménez luchaba para que los fumadores dejaran el vicio y él lo hacía a hurtadillas. Era un fumador como cualquier otro, pero la diferencia entre él y el resto estaba escrita en el mandil con el que atiende a sus pacientes: “Neumólogo”.
No le hacía falta saber que el cigarrillo puede matar. Lo entendía más que nadie, pero necesitaba otro motivo para conocer los beneficios de dejar el cigarrillo.
Jiménez, de piel blanca, casi translúcida, está libre de este vicio. A principios de mayo estuvo en Quito para dictar varias conferencias sobre el tabaquismo.
¿Por qué dejó de fumar ?
Porque nació mi primera hija y entonces comprendí que el humo de tabaco la podía perjudicar.
¿Fue el único motivo?
Sí y, además, pensaba que si ella, cuando creciera, me veía fumando seguramente iba a ser fumadora. Tenía otra razón. Yo soy médico neumólogo y trato a pacientes con enfermedades pulmonares, muchas de ellas provocadas por el cigarrillo.
¿Necesitaba redimirse? ¿Ser un modelo a seguir?
Sí y, sobre todo, por mi trabajo. Cómo podía decirles a otras personas que dejen de fumar, si yo mismo no era capaz de abandonar el tabaco. No podía cumplir con un papel modélico. Mire en qué dilema me encontraba.
¿A qué edad empezó?
Comencé a fumar muy joven, quizás a los 15 años y a los 28 lo abandoné de forma definitiva. Fumaba 20 cigarrillos al día.
¿Cuántos intentos fallidos?
Muchos, porque dejaba el tabaco sin mayor convencimiento. Realmente cuando mi hija nació, lo dejé y no volví más.
¿Ni una sola pitada?
Ni una sola. Lo importante es saber que cuando haces un esfuerzo por dejar de fumar no hay una pitada más. Hay que mantener una abstinencia completa.
¿Fue un castigo?
Es difícil. Cuando uno deja de fumar atraviesa por el síndrome de abstinencia. La respuesta a dejar de fumar es la ansiedad.
¿Por qué hay tantos reincidentes?
Porque es una drogodependencia. El fumador es un enfermo. La primera idea que es necesaria desterrar es que se trata de un mal hábito. Eso no es así. La nicotina es una droga con una alta capacidad de crear adicción.
¿Les cuenta su historia para que dejen de fumar?
Hay ocasiones en las que recurro a mi experiencia de vida y cuando les digo que fui un ex fumador, entonces pues, se sorprenden, pero es bastante reconfortante para la persona, porque nadie más que yo sé cómo lo están pasando de mal.
Entonces le ha servido el ser ex fumador.
Claro y mucho. Me ha servido de mucho ser ex fumador, porque me ayuda a comprenderles mejor, a profundizar en cada caso que se presenta.
¿Cree que cada fumador es diferente?
Cada fumador es diferente y el ritmo del proceso de abandono del tabaco también.
Ha experimentado los extremos. Pasó de fumador a experto en tabaquismo. ¿Es así en todas las actividades que desarrolla?
(Risas) Es curioso, mire, pero no suelo ser tan extremista. Como le decía, soy neumólogo y yo les decía a mis pacientes que dejaran de fumar. Les decía: “Usted debe dejar de fumar” y eso no es todo. De eso me di cuenta después.
¿Y ahora no hay sermones?
No muchos; hay tratamientos. Al paciente hay que ayudarlo; acompañarlo en esta lucha. Fue eso lo que me hizo introducirme en este mundo del combate al tabaquismo. Empecé a mediados de los años ochenta y en ese entonces, el centro del saber en el tratamiento del tabaquismo estaba en Londres.
¿Qué aprendió allí ?
Estuve un año con Peter Hayek, uno de los grandes ‘padres’ en el tratamiento del tabaquismo y fue él quien me inició en las técnicas de tratamiento.
¿Quiénes fuman más, los ingleses o los españoles?
En este momento fuman más los españoles. En España, el 30% de la población es fumadora. En Inglaterra, cerca del 21 %.
Usted ha fundado algunas clínicas de tratamiento. ¿Funcionan?
Es una unidad especializada en tabaquismo. Hay muchas personas que dejan el cigarrillo. Hay médicos, enfermeras y sicólogos que les hacen un seguimiento.
¿Es un trabajo asistencial?
Sí. Cerca del 60% de los fumadores quiere dejar de fumar y ha hecho más de un serio intento. Hay que ayudarlos con tratamientos farmacológicos.