Olga Imbaquingo Revelo.
Corresponsal en Nueva York
mundo@elcomercio.com
Hace un año era el nuevo Abraham Lincoln o tal vez otro Franklin D. Roosevelt llamado a transformar EE.UU. Hoy el presidente Barack Obama es un Comandante en Jefe en guerra, que se esfuerza para que la oposición y los desencantados no lo pongan en el mismo casillero que a Jimmy Carter, el ex
Mandatario demócrata cuyo gobierno fue un fracaso.
Ha mejorado el rostro de EE.UU. hacia el mundo y tiene predilección por el diálogo y los compromisos, son algunos logros que los demócratas insisten en defender, pero la recesión que sufre el país ha puesto cuesta arriba su promesa de mejorar la economía y devolver a los estadounidenses sus fuentes de empleo.
Por el contrario, desde que Obama asumió el poder 1,4 millones de empleos más se han perdido. Su popularidad apenas roza el 50% y una encuesta realizada por el Nacional Journal reveló que la mitad no votaría por él si las elecciones fuesen esta semana.
Hay quienes lo acusan de ambicioso en su agenda. “No puedo estar más que en desacuerdo. Si de algo carece la administración de Obama no es de ambición sino de falta de estrategia y de cálculo político en asuntos como el estímulo económico, que fue muy pobre”, escribe el premio Nobel de Economía Paul Krugman.
La reforma de salud, aún sin veredicto final, es uno de los logros más importantes de Obama en su primer año en la Casa Blanca. Sin embargo, a muchos dejó frustrados porque el Mandatario no se rasgó la camisa por el seguro de salud pública, para contrarrestar el imparable aumento de los costos de los servicios médicos.
Con una nueva estrategia para Afganistán, llena de incertidumbres, Obama ha reconocido que “el país está en todo el derecho de sentirse desesperanzado”.
Para Susan Kaufman, directora del Centro de Política Hemisférica de la Universidad de Miami, Obama “aún mantiene su meta de retirarse de Iraq, pero será un proceso más gradual. De ser la guerra ‘correcta’, Afganistán pasó a ser una guerra problemática”.
Obama ofreció cerrar Guantánamo en este año, pero los últimos intentos de ataques terroristas impusieron una revisión profunda de su política sobre terrorismo, mientras el retiro definitivo de Iraq se aplazó.
“Obama parece menos un mesías y más una víctima de sus expectativas irreales, abultadas en parte por una campaña focalizada en un culto a la personalidad”, escribe Sean Wilentz, profesor de historia de la Universidad de Princenton, en el Daily News.
Mientras Lincoln en su primer año armó el rompecabezas para proclamar la emancipación y Ronald Reagan completó su reforma de impuestos, “a Obama le está tomando más tiempo volver a poner al tren del país en el carril correcto”, insiste Wilentz.
En su contra pesa una frágil mayoría demócrata en la Cámara Baja y en el Senado. El problema, como lo ven los analistas políticos, es que el Poder Legislativo en parte descansa sobre los hombros de demócratas conservadores.
Estos congresistas desbarataron la reforma de salud que buscaba detener el imparable abuso de los seguros privados.
Para David Gergen, ex asesor republicano y demócrata, “una de las lecciones de Obama en su primer año es que EE.UU. sufre de un intenso nivel de ansiedad y que el país no tiene deseos de avanzar por una dirección muy liberal. No supo darse cuenta que la economía lo dominaría todo”.
Sus adversarios y los mismos demócratas se quejan de que es “demasiado calmado y carente de pasión”. Obama, visiblemente harto de esas críticas, hace poco salió a defenderse: “Tengo que hacerles una confesión. Hay momentos en los que no soy tan calmado… Hay ocasiones cuando los progresos son tan lentos y cuando se dicen palabras que me lastiman y las espinan hieren”.
No es muy claro por dónde irá su segundo año, pero como dice Robert Borosage, vicedirector de la Campaign for American’s Future, “un año es demasiado pronto para medir a un Presidente, más cuando algo menos de la mitad de sus funcionarios políticos aún no ha sido nombrada”.
Precisamente ayer fue un día hecho para marcar su futuro. El republicano Scott Brown ganó este martes la elección en Massachusetts para reemplazar en el
Senado al fallecido Ted Kennedy, en un duro revés político para el presidente Obama. Noviembre será un terremoto devastador para Obama y los demócratas.
Punto de vista
Michael Shifter/ Vicepres. Diálogo Interamericano
‘La imagen de EE.UU. sí mejoró’
Barack Obama ha logrado generar una imagen de EE.UU. más favorable en el mundo que la que tenía George W. Bush. Y esto no es poca cosa. Esto es fundamental para revertir una tendencia de desconfianza hacia Washington, que era muy fuerte. Esa percepción negativa se logró superar por su conducta, su discurso, sus metas y objetivos de política exterior, que son bien vistos.
Es difícil exhibir cambios sustantivos en un solo año en política exterior. En América Latina hay algunos matices y los grandes temas no han cambiado. Su reto es avanzar en los asuntos económicos, de seguridad, energía.
Obama ha sido distraído de otros temas por la crisis económica, que sigue siendo difícil, pero ya nadie habla de un colapso financiero como se pronosticaba cuando asumió la Presidencia.
Hubo temas desafortunados como Honduras y el acuerdo de cooperación entre EE.UU. y Colombia, que no permitieron un mejor enfoque sobre los temas que realmente importan. Incidieron hechos como el que durante este primer año no hubo representante para Latinoamérica. Eso causó que EE.UU. subestimara la seriedad del caso de Honduras y con el asunto de Colombia faltó una serie de consultas,
Obama es un tipo muy inteligente, pragmático y muy comprometido, pero encaja en la tradición de los presientes de EE.UU. y eso puede decepcionar a algunos círculos en la región.