De lunes a viernes, grupos de amigos, de hasta 92 años, van a Suvlaki, en la Amazonas. Foto: Vicente Costales / El Comercio.
Desde una y hasta cuatro tazas de café negro o de cortado (negro con un poquito de leche). Eso se sirve cada uno de los clientes más fieles del restaurante Suvlaki: quiteños de 60 años en adelante.
Este local, cuyo nombre traducido del griego al español significa Pincho, queda en la av. Amazonas y calle Francisco Robles, en el centro norte de la ciudad. Y se ha convertido en algo así como “la nueva oficina” de más de 50 jubilados, según bromearon.
Al pasar por esta zona es común observarlos acomodados en las mesas, ubicadas en la parte exterior del establecimiento, las que dan a la calle. No solo van a este local sino a otros de esta misma avenida.
También acuden a cafeterías de centros comerciales como el Quicentro Shopping. Aunque seguido se quedan en ‘La zona’, es decir, La Mariscal.
Por ejemplo, están en su lista sitios como Bar Q y Quito Pub Beer, en la Plaza Foch. Permanecen de 10:30 a 12:30. Seis jubilados, de 80 a 92 años, comentaron que no les atrae algo en especial de esos puntos. Les gusta la posibilidad de conseguir parqueaderos, ya que unos vienen desde Tumbaco.
Son profesionales retirados que trabajaron en comercio, agricultura, seguros, leyes…
Gabriel Garrido, mesero de Quito Pub Beer, contó que ellos piden cortados, americanos, capuchinos y te helado, que no cuestan más de USD 2,50. Nunca van con esposas. No hablan de mujeres sino de política.
A Suvlaki llegan ‘jorgas’ de más de cinco adultos mayores. Buena parte luce terno, algunos cachuchas y sombreros.
Además del cafecito consumen tabacos. Para tener la posibilidad de fumar prefieren quedarse fuera.
“Son jubilados de todas las profesiones, además exministros, exdiplomáticos y exfuncionarios de Gobierno”, confirmó Jorge Martínez, un hombre de 75 años, que fue profesor de Sociología en la U. Central.
Amable, como sus amigos, se convirtió en el vocero de la mesa. Varios de sus compañeros no quisieron hablar, dos dijeron que debían retirarse apenas escucharon que se trataba de una entrevista. Aunque tenían la edición del día de EL COMERCIO entre sus manos. En la mesa había un expolítico conocido, que tuvo funciones en la Prefectura de Pichincha.
“Aquí nos dedicamos a charlar”, señaló el economista Marcelo Velasco, de 60 años; el más ‘pollo’. Junto a él estaba Eduardo Santolín, de 76 años; fue administrador de empresas.
En general empiezan a llegar a esta zona a las 10:30 y se retiran a las 13:00, de lunes a viernes. Un economista retirado, que prefirió no identificarse, precisó: “Resulta que quedarse en casa envejece y embrutece”.
Solo los fines de semana no se ven, esos días son para la familia, en especial para los nietos.
¿De qué hablan? De política nacional, también internacional. Les preocupa lo que pasa en el Estado islámico y temas de salud como el ébola.
“Además charlamos sobre lo que publica la ‘prensa corrupta’”, dijeron, y rieron a carcajadas. Viven en sectores como La Carolina, Santa Prisca, La América, La Y y Los Sauces.
Adriana Moreno y su esposo, Grigoris, son los propietarios deSuvlaki, que funciona desde hace tres años y medio. Atienden desde las 08:15 hasta las 19:00, de lunes a viernes. Los sábados de 09:00 a 16:00.
Ella contó que los jubilados son los clientes que consumen el café. Se van a la hora del almuerzo, a las 13:00; entonces reciben a jóvenes. Y en la tarde otra vez vuelven los abuelitos. “Es lindo ofrecerles un lugar limpio y con un precio justo. El café negro y el cortado cuesta USD 1 por taza”.
“Yo ya cumplí 48”, dijo bromista un señor de lentes, que evitó precisar su edad y su nombre. Marco Caicedo siguió el juego y luego dijo que había llegado a los 71.