Los molinos de granos aún funcionan en la capital azuaya, aunque son contados. Es una tradición que se mantiene cerca de los mercados 9 de Octubre, 10 de Agosto y 3 de Noviembre, en el centro de la ciudad.
De acuerdo con datos históricos el primer molino de piedra estuvo ubicado en el barrio de Todos Santos y se usó para obtener harina de castilla y trigo para elaborar el pan en hornos de leña del mismo barrio.
En la actualidad, en las inmediaciones del mercado 10 de Agosto aún se escucha el ruido del motor del molino en el local de Manuel Plaza, de 75 años. Desde hace 40 años se dedica a moler maíz, trigo, café y arroz.
Su rostro y ropa están llenos de harina, pese a que disminuido su clientela en los últimos años. “Antes pedían turnos”. Los únicos clientes que le abandonan son de las zonas rurales.
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En el Centro Histórico de Cuenca quedan pocos lugares donde se puede moler granos como el maíz. Manuel Plaza de 75 años, trabaja en su molino en San Francisco desde hace 40 años. Foto: Xavier Caivinagua / EL COMERCIO
Una de ellas es Rosario Tigre, de Victoria del Portete, quien una vez al mes llega para moler cuatro sacos de maíz para elaborar tamales. En un amplio cuarto funcionan los cuatro molinos entre las 08:30 y las 17:00.
Plaza tiene en su cintura una correa de cuero. Su objetivo es no sentir dolor mientras carga los sacos de harina, que los tiene apilonados en su negocio. Él no se imagina el día que sus molinos dejen de funcionar definitivamente, “eso pasará solo cuando me muera… porque sí dejo de trabajar me enfermo”.
En los barrios donde cercanos a los mercados 9 de Octubre y 3 de Noviembre también hay negocios similares. En este último sector, Manuel Peñaloza, de 34 años, se encarga de moler un promedio de 200 quintales cada la semana.
En este oficio lleva 21 años y se sonríe al contar que sus amistades le dicen que permanentemente pasa jugando Carnaval porque pasa cubierto de harina. “La clientela ha bajado, pero nos mantenemos”.
Sus principales usuarios son los dueños de las tiendas de abarrotes. En su local casi no existe espacio para caminar por la cantidad de quintales de quinua, soya, harina de arveja, trigo y maíz.
Este último producto es el que mayor demanda. Peñaloza dice que hace unos 15 años había gran cantidad de molinos, pero sus dueños prefirieron cerrarlos y emigrar.
“La gente ya no consume ciertos productos como harina de habas, arvejas…”, dice Peñaloza. Otro factor, agrega, es que se trata de un trabajo forzado y los jóvenes optan por otros oficios.