En todas las unidades del sistema Trolebús hay letreros que dan a conocer la campaña y promueven el respeto. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Escena uno: Carmen, de 52 años, está parada junto a la puerta de un trolebús por la Villa Flora cuando siente la mano de un extraño que se abre paso en su ropa interior y la manosea.
Escena dos: Gabriela, de 22 años, sube a una unidad. Allí un desconocido se arrima a su espalda y se frota contra su cadera mientras le repite palabras soeces al oído.
Escena tres: Ana, de 16 años, tímida y de pelo largo, sube al bus y al llegar a la parada El Capulí, un hombre se le acerca. El tipo trae su mano dentro de su bragueta. La mira y finalmente la ensucia con sus fluidos.
Estos tres casos son parte de las 17 sentencias dictadas desde enero de este 2017 por la justicia como resultado de las campañas del Municipio que buscan frenar el acoso en el transporte público.
La iniciativa empezó con el nombre de Cuéntame, pero a inicios de año, se lo potencializó y se creó una plataforma para que las mujeres puedan denunciar el abuso enviando un mensaje al 6367. El programa se llama Bájale al acoso, y es impulsado por el Patronato San José.
De enero a agosto de este año, se recibieron 551 reportes de ese tipo de violencia en buses, de los cuales 31 casos se judicializaron.
Según la Empresa de Pasajeros, hasta agosto, 17 procesos obtuvieron sentencia. En ocho el juez halló culpables a los acosadores. En otros ocho casos, al no encontrar pruebas suficientes, se absolvió al acusado. Un proceso se encuentra en apelación. Pero todas las sentencias, condenatorias o no, son el reflejo de lo que pasa dentro de un bus. De lo que a diario las mujeres enfrentan.
Uno de los casos en los que el acusado salió libre fue el de una joven de 19 años, Mía (nombre protegido). El agresor: un vendedor ambulante de la tercera edad.
Ocurrió a las 14:30 del 19 de abril. Ella estaba en el corredor suroccidental, iba a ver su mamá. El hombre comenzó a mirar sus partes íntimas, le mandó besos, se mordía el labio… Finalmente, él posó su mano sobre los glúteos.
Cuando ella le reclamó, la respuesta aumentó su indignación: “Para que te pones falda si no quieres que te agarre”.
Mía utilizó el sistema Bájale al acoso. Recibió ayuda inmediata, guía y apoyo.
Puso la denuncia, pero días después, ella sufrió un accidente que la inmovilizó y no pudo asistir puntualmente a la audiencia de juzgamiento por lo que no se le permitió rendir su testimonio.
Las audiencias de tipo sexual no son públicas. Por respeto a las víctimas no se cuelgan en la página de la Función Judicial y son privadas. En ellas están registradas las escenas grotescas de acoso y abuso a mujeres a distintas horas del día, mientras iban al trabajo, a ver a sus hijos, o al colegio…
Gracias a los testimonios, al apoyo del resto de pasajeros y a las evidencias, Fabián deberá pasar un año tras las rejas; Pedro, cinco años; Manuel, 24 meses; José, 16 meses; Paúl, 14 y Wilson, Jhon y Pablo , un año.
Los procesos incluyen la versión de los acosadores, quienes pocas veces admiten la falta. Los exámenes psicológicos muestran que buena parte de ellos tienen personalidades pasivo-agresivas. Con rasgos narcisistas, o con dependencia de drogas.
Las víctimas mostraron afectación psicológica tras el abuso. Además, ansiedad, estrés agudo. Todas debieron recibir terapia especializada.
Para María Fernanda Pacheco, presidenta del Patronato San José, el problema radica en que la sociedad ha normalizado ese tipo de violencia. La entidad realizó un estudio que reveló que el 81% de las mujeres se había sentido acosada en el bus, y el 91% en el espacio púbico en general. Si a eso, dice Pacheco, le sumamos que el 70% de los quiteños usa sistema de transporte público y que en la ciudad se hacen 1,2 millones de viajes diarios, sale a la luz la vulnerabilidad de la mujer dentro de un bus.
Según Pacheco, antes, con el programa Cuéntame, había cinco puntos de ayuda en distintas estaciones, pero para denunciar la persona debía acercarse a estas mesas. Con Bájale al acoso, la denuncia se la hace enviando un mensaje.
Al momento, el programa opera en 269 buses a cargo del Municipio, pero están en conversaciones con los transportistas del servicio convencional para que, como parte de la mejora del servicio, se integren al programa.
Daniela Chacón, concejala (Ind.), califica como exitoso el darle respuesta inmediata a la víctima, pero sostiene que se debe mejorar la difusión.
¿Cuándo un roce deja de ser producto de los empujones propios por ir en bus lleno y se vuelve agresión?
La respuesta, para Sara Costales, fiscal especializada en violencia de género, es simple: cuando el acercamiento produce incomodidad. Costales asegura que los casos de acoso en buses son frecuentes.
Son comunes los manoseos en las piernas y en las partes íntimas, las grabaciones inapropiadas, los hombres que dejan expuesto su miembro viril, y las eyaculaciones en público.
Para Costales, la iniciativa del Patronato es positiva y debe ir acompañada de una constante capacitación al personal para saber cómo mantener intactas las evidencias. Deben llevar una bolsa de papel, por ejemplo, para guardar prendas de vestir contaminadas con fluidos. Si no se procede bien, dice, se pierde el caso y la justicia no puede actuar.
Los testimonios de las víctimas tienen algo en común: tras ser agredidas sintieron miedo o vergüenza. Pero lo vencieron: gritaron o golpearon al agresor, y lo denunciaron. Así, su caso no quedó en la impunidad.