En la Reserva de Producción de Fauna Chimborazo, las vicuñas recorren tranquilas por la carretera debido a la ausencia de autos. Foto: Glenda Giacometti/ EL COMERCIO
El paisaje cambió en la Reserva de Producción de Fauna Chimborazo desde que se inició la emergencia sanitaria. La flora se regenera lentamente en los sitios afectados por los incendios y los animales, como vicuñas, lobos y conejos, recorren tranquilos por la carretera debido a la ausencia de autos.
En lo que va del año en la reserva se perdieron 118 hectáreas de pajonales, debido a dos incendios. El área afectada vuelve a la vida sin la presencia humana.
“La naturaleza vuelve a tomar su lugar al desplazarse la actividad del hombre. Esta es una oportunidad irremplazable e irrepetible para mirar los cambios que se dan en la naturaleza”, dice Dennis Dávila, director provincial del Ministerio del Ambiente en Chimborazo.
Los habitantes del sector y guardaparques cuentan que por primera vez en 32 años el paisaje luce totalmente desolado y sin visitantes. Incluso los habitantes de las 11 comunidades que están en la zona permanecen en sus viviendas y limitaron las actividades de pastoreo.
“La ausencia de personas beneficia al medioambiente. El ecosistema de páramo es muy delicado y el que no haya gente ayudará en la regeneración de los sitios que se quedaron sin cobertura vegetal debido a los incendios”, dice Juan Cayambe, uno de los 14 guardaparques que vigilan que nadie ingrese a la reserva mientras dure la restricción emitida por el Gobierno Nacional.
Los incendios consumen los pajonales y secan las esponjas de agua que cubren el suelo. Estas plantas cumplen una función de reguladores de humedad en los páramos, debido a que retienen la humedad de la neblina y la liberan lentamente y por goteo, así se forman las vertientes.
“El fuego deja el suelo descubierto y se erosiona por acción del agua. La recuperación total de la vegetación podría tomar hasta 50 años y se complica cuando esporas o semillas de otras plantas no nativas del páramo llegan con el viento y recubren el espacio”, explican los técnicos del MAE.
Según ellos, cuando esos espacios permanecen intactos y sin presencia humana, la vegetación tiene más posibilidades de restaurarse totalmente y el proceso toma menos tiempo.
La presencia de los animales endémicos de la zona también cambió desde que los turistas dejaron de llegar. Las cerca de 7 000 vicuñas que viven en el interior de la Reserva transitan tranquilas por la carretera Riobamba – Guaranda.
Esa vía atraviesa el área protegida y es una carretera concurrida por automóviles y vehículos de carga pesada. A pesar de los rótulos de advertencia, en el último año se reportó al menos una decena de atropellamientos a vicuñas.
Esos accidentes también cesaron desde que se inició la emergencia sanitaria por el incremento de casos de covid-19. Además, los comuneros reportan el avistamiento de otros animales salvajes en las carreteras.
Una pareja de lobos que vivía cerca del primer refugio retornó al páramo. Los lobos eran alimentados frecuentemente por los turistas a pesar de la prohibición de los guardaparques, pero cuando los visitantes dejaron de llegar, los lobos volvieron a subsistir de la caza.