Aferrarse a las matemáticas en el fútbol es como vivir esos sueños que tardan años en cristalizarse. Eso también es válido, pero se suele quedar en una fantasía. Y eso es lo que le pasa a la Selección, actualmente.
Las posibilidades de ir al Mundial son reducidas, demasiado distantes. Tal vez, las otras selecciones, que cuentan con opciones más claras que la Tri, deberían sufrir una hecatombe y allí sí se daría el giro. Pero es necesario aclarar que lo que hizo Gustavo Quinteros, al llamar a otros futbolistas, en los últimos días, fue lo que tuvo que hacer meses atrás. ¿Por qué antes no lo hizo? Él se equivocó y vivió, casi dos años, con la victoria de visitantes sobre Argentina, la misma que cegó a todo el país. Ese fue un craso error.
Ahora hay otra prueba, más exigente. El rival es Brasil, pero con más cualidades técnicas y tácticas. En la que no solo predomina la individualidad de Neymar, de Jesus y de Countinho, sino que tienen un entrenador que amalgama el jugar bien con defenderse en forma ordenada.
El escenario actual de la Tricolor origina un pesimismo, por la forma como su DT y la dirigencia administraron el equipo y las situaciones en los últimos años.
Sin embargo, los nuevos futbolistas convocados llegan con esa hambre de triunfar, de trascender, de entregarse íntegramente por un equipo y por un país, cualidades que en el fútbol son prioritarias y que en ocasiones suelen ser determinantes.