Darwin Castro, Sebastián Rosero, Alexandra Meza y Camila Beltrán. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
En el 2014 las Naciones Unidas declaró al 6 de abril como el Día Internacional de Deporte para el desarrollo y la paz. Junto al Movimiento Olímpico, los dos organismos se apoyan en el poder de convocatoria que tiene el deporte para promocionar valores como la igualdad, la inclusión social y estilos de vida saludables.
Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional, destacó que “los chicos aprenden que en el deporte y en la vida se puede perder y se puede ganar y que una derrota no es el fin de todo, y que una victoria no te hace superior a los demás. Todos somos iguales y todos respetamos las mismas reglas”.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), un 6% de muertes en el mundo son atribuidas a la inactividad física. De esta cifra, el 25% corresponde a cánceres de colon y mama, el 27% a diabetes y un 30% de los casos a cardiopatía.
En Ecuador la actividad deportiva, en sus diferentes ámbitos, tiene cifras importantes. Las federaciones provinciales, que se encargan del deporte formativo, tienen registrados unos
12 000 deportistas. Los municipios trabajan de manera directa con la comunidad en los ámbitos recreativos en los espacios públicos. En Quito, por ejemplo, 20 000 personas se benefician con bailoterapia, aeróbicos.
Tres historias de inclusión gracias al deporte
Alexandra se levanta todos los días a las 04:00
Es una guerrera. A los 2 años fue atropellada por un vehículo que afectó su cadera y sus piernas. La imposibilidad de moverse como el resto no le impidió tener una niñez feliz con sus hermanos y hermanas en Quinindé, Esmeraldas.
A los 16 años dejó su casa materna para estudiar en Penipe, Chimborazo. Logró su bachillerato con honores y luego estudió Contabilidad hasta hace dos años y medio cuando decidió vivir en Quito. “Vine porque el tenis me atrapó, ahora es mi pasión”, dice.
Jugaba básquet, pero “era la única mujer. Esteban Ortiz, que promueve el tenis en silla de ruedas, me dijo que tenía condiciones”. Comenzó de cero. “Fue un cambio total, desde la silla porque era más alta y ancha”. Tuvo que aprender a empujar la rueda, con la yema de sus dedos de la mano derecha porque tiene que agarrar el mango de la raqueta, al mismo tiempo. “Me salieron ampollas”.
La sincronía de movimientos también incluye a su mano izquierda, que es la que debe dar impulso a la silla mientras su brazo derecho golpea la pelota. Vive en Chillogallo, en una residencia junto a la iglesia. Todos los días se levanta a las 04:00 para ir al Ministerio del Deporte, en El Batán.
Viaja en trasporte público y llega después de recorrer por la acera desde la av. Amazonas hasta la av. 6 de Diciembre. Se entrena de 06:00 a 08:00 en la cancha de arcilla, luego hace dos horas de natación. Tres días a la semana practica en cancha de cemento.
Alexandra Meza es integrante de la selección nacional. Hace dos semanas jugó en Barranquilla el torneo de Las Américas. El año pasado, en cambio, estuvo en los Parasudamericanos de Chile y su meta es participar en los Parapanamericanos.
Darwin y Sebastián se exigen al máximo
Su cuerpo llega al límite en cada jornada de entrenamiento. Así lo reconoce Darwin Castro, atleta con discapacidad visual que alcanzó las marcas para correr en los Juegos Paralímpicos Toronto 2015, en los 5 000 y 1 500 metros.
No conforme con ese logro, el azuayo de 21 años quiere competir en Brasil, en un Prix avalado por el Comité Paralímpico Internacional, a finales de mes, para buscar un cupo en 800 metros.
En ese propósito lo acompaña, inseparable, el quiteño Sebastián Rosero, de 22 años. Ambos se ejercitan con la guía de Edmundo Hidalgo desde hace un año y medio.
Para mejorar su rendimiento, Darwin dejó a su familia y se trasladó a Quito, donde vive con la familia de su guía. Después de conseguir dos medallas en un evento sudamericano, el mes pasado en Colombia, el azuayo está convencido de que su decisión fue acertada. “Estamos felices porque hacemos lo que más nos gusta, que es correr. Aunque las prácticas son difíciles, estamos motivados”, contó ayer el deportista que ganó la presea de oro en los 5 000 metros.
“Fue mi primera medalla internacional. Cuando estábamos en el podio, escuchar el Himno Nacional fue una satisfacción. Ahora queremos entrenar para continuar consiguiendo triunfos para el país”.
Sebastián, el guía, confirmó que el deporte es un estilo de vida para ambos. “Que él tenga un guía estable es beneficioso. Por eso ha mejorado en su carácter deportivo y en su capacidad física. En enero del 2014 corría 1 500 m en 5:20 minutos. Ahora, en Medellín, lo hizo en 4:17. Es una mejora enorme”, explicó el quiteño.
Camila bracea, estudia y persigue sus sueños
Camila Beltrán, inquieta y soñadora, consiguió un cupo para los Juegos Paralímpicos Toronto 2015 en los estilos espalda (100 m) y libre (200 m).
Para la nadadora con discapacidad intelectual, el deporte ha sido clave para afrontar también otros ámbitos de la vida. A finales del mes pasado, la deportista de 20 años se graduó de bachiller en el colegio a distancia José Martí. En su casa festejaron ese triunfo.
Hiperactiva desde la infancia, la nadadora practicó billar, fútbol y tenis antes de sumergirse en las piscinas. Al agua llegó por solicitud del médico Pablo Cisneros, quien recomendó la natación para mejorar un problema de escoliosis (condición que desvía la columna vertebral).
Su dedicación a las prácticas casi la llevan a la cita paralímpica de Londres 2012. En aquella ocasión estuvo a tres segundos de conseguir la marca B. Quedarse tan cerca de asistir a esos Juegos, más lesiones en la rodilla y el hombro, la dejaron deprimida durante meses. En esos días de abatimiento, la paciencia y apoyo de su madre, María Luz Barriga, fueron fundamentales.
Una vez superada esa crisis y una operación de rodilla, empezó a nadar otra vez. Ahora, con la guía de Bárbaro Ávila, quien dirige el grupo de nadadores del Comité Paralímpico Ecuatoriano, ella está empeñada en mejorar. En Toronto 2015 quiere cronometrar 1:17 minutos en los 100 m espalda.
Camila aspira a clasificarse a los Paralímpicos de Río 2016, en Brasil. Además, está empeñada en estudiar en la universidad para convertirse en profesora de educación física. La nadadora con retardo leve ha sido monitora de natación en cursos vacacionales. Allí ha comprobado que tiene vocación para enseñar.