En la foto, la ADX Florence, Penitenciaria de los Estados Unidos, Administrativa Maxima ubicada en Colorado. La mayoría de la instalación está sobre el suelo. La única parte que es subterráneo es un corredor que enlaza a los bloques de las celdas al vestíbulo. Foto: Wikimedia
Nadie quiere terminar sus días en una “Supermax” como se llaman las cárceles de máxima seguridad. La vida en las prisiones de Estados Unidos puede ser muy difícil para cualquiera, especialmente para jefes criminales acostumbrados a manejar todo a su alrededor, incluso cuando son apresados.
Joaquín “El Chapo” Guzmán, que se escapó dos veces de la cárcel en México, es un testimonio de eso. Para cerrar esa posibilidad, el Gobierno y la Justicia mexicana decidieron extraditarlo a Estados Unidos, para que cumpla allí las condenas que tiene por sus ingentes exportaciones de drogas ilícitas. En los próximos días, el narco más famoso del mundo será alojado en una “Supermax”, donde probablemente pase el resto de su vida.
Estas cárceles tienen un régimen especialmente estricto. El prisionero pasa 22 horas encerrado en una celda, en la más absoluta soledad. Todo el tiempo es vigilado por cámaras de seguridad, y la más mínima violación de las normas internas es castigada. Están pensadas para alojar solamente a criminales de alta peligrosidad.
Diseño de la celda en la ADX Florence. Foto: Wikimedia
Según Amnistía Internacional, hasta 2014 había en Estados Unidos unos 25 mil reclusos en penitenciarías de máxima seguridad, repartidas en 40 de los 50 estados del país, que se ocupan de administrarlas. Hay una muy conocida, que está bajo la órbita del gobierno federal, la “Administrative Maximum”, conocida como ADX Florence. Está ubicada en Colorado y tiene capacidad para 490 personas.
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Allí todo está diseñado para que el preso cumpla su condena totalmente aislado. Comen, se bañan y satisfacen sus necesidades fisiológicas sin salir de su celda. Hasta el personal penitenciario tiene que estar separado del recluso. Si es necesario revisarlo la orden es hacerlo a la distancia, sin cruzar la puerta o a través de videoconferencias en caso de que se requiera asistencia psicológica.
La actividad física está permitida, pero es muy restringida. El máximo es de diez horas semanales y se realiza en patios cerrados, en los que cada interno se ejercita solo, sin compañía de otros.
Todas estas condiciones de reclusión tan extremas le valieron muchas críticas de organismos de derechos humanos a ADX y a las “Supermax” en general. Sin embargo, el Gobierno Federal y los estatales las defienden, ya que aseguran que es la única manera de controlar a presos muy peligrosos, que no pueden convivir ni siquiera con otros presos.