Ma. Dolores Campoverde (izq.) y Carmen Vásquez revisan el mapeo. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO
La fiebre alcanzaba los 40 grados. Ezequiel Neira, de 64 años, no encontró otra forma de bajar la temperatura que salir al frente de su casa, donde tiene un tanque para abastecerse de agua por camión, y comenzar a bañarse con la ropa que llevaba puesta.
Neira enfermó a inicios de abril con covid-19 y sufrió una “neumonía grave” a causa del coronavirus. Sus vecinos en el populoso sector de la cooperativa Sergio Toral II, que lo vieron tirándose agua encima le propusieron llevarlo al hospital. Pero el sistema de salud había colapsado en la primera gran ola de contagios en Guayaquil.
El adulto mayor fue uno de los primeros infectados detectados y atendidos en casa por una inédita red de vigilancia comunitaria en salud, que se afianzó durante la pandemia en Monte Sinaí, un populoso sector del noroeste, con 150 000 habitantes.
Los líderes barriales junto a promotores y médicos de la Fundación Desarrollo y Autogestión (DYA) han detectado, en lo que va de la pandemia, 180 casos de contagios de coronavirus. Ellos requerían de atención de salud y seguimiento en una de las zonas más vulnerables de la ciudad, con problemas de servicios básicos.
Luego de nueve meses, 84 líderes comunitarios de una decena de cooperativas de vivienda siguen realizando el rastreo de posibles casos de covid-19 para gestionar apoyo y tratamiento. Una docena de promotores comunitarios y dos médicas de DYA, con el apoyo de Unicef y Misión Alianza Noruega, complementan la red de vigilancia y respuesta epidemiológica.
La red comunitaria se suma en alianza con los servicios del Gobierno Nacional y del Municipio de Guayaquil. Actualmente registran 11 casos de contagios activos, referidos por los líderes barriales que están en seguimiento con sus familias y contactos cercanos.
“Una vecina le avisó de mi estado a una líder del barrio y el equipo de la Fundación llegó al siguiente día en la mañanita”, recuerda Neira, quien sigue atendiendo su diabetes con la Fundación.
“Llevaron oxígeno a mi casa, me dieron medicamentos y me tuvieron una semana con oxígeno”, cuenta.
María Dolores Campoverde es coordinadora del área de salud de DYA, una organización no gubernamental latinoamericana con siete años en el sector.
Ella explica que luego de declararse la emergencia, el personal entró en cuarentena. Y reabrieron su sede de la Sergio Toral a inicios de abril, en lo peor de la pandemia en la ciudad.
Como el sistema de salud había colapsado adquirieron oxímetros y tanques de oxígeno para tratar los casos que iban rastreando en casas.
“Trabajábamos antes de la pandemia solo con líderes en la cooperativa Sergio Toral I y II, tratando además a los enfermos con tuberculosis y VIH de todo Monte Sinaí”, dice Campoverde. La necesidad de expandir el rango de acción en la pandemia los empujó a lanzarse a otras cooperativas, afianzar una red con la misma metodología de trabajo.
En DYA crearon una aplicación de software libre, con formularios para que dirigentes barriales reportaran los casos detectados con su ubicación por sistema de posicionamiento global (GPS). Los enfermos por covid-19, tuberculosis y VIH son a su vez marcados con tachuelas por colores en un mapa. La organización atiende y da seguimiento, además, a personas con diabetes e hipertensión y durante la pandemia ha entregado raciones alimenticias a 350 familias en extrema pobreza.
La iniciativa también educa en prevención para evitar comorbilidades. “La coinfección tuberculosis-covid o tuberculosis–VIH es un problema porque cuesta más recuperarse, la mortalidad que hemos registrado por covid fue en casos complicados de personas que padecían de lupus o tuberculosis”, indicó Carmen Vásquez, una de las promotoras comunitarias.
En el seguimiento comunitario de la red de salud mantienen 80 casos de VIH-Sida (nueve de ellos de niños menores de 11 años) y 90 de tuberculosis en todo Monte Sinaí. En alianza con la Escuela Politécnica del Litoral (Espol) la Fundación tomó 1 095 pruebas de PCR, con una positividad menor al 5 %.