La disposición del campamento cumple con una forma de tablero de ajedrez y facilita la movilidad de los damnificados. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
Los ocho hombres de la Cruz Roja de China tienen rostros imperturbables. No hablan español, conversan en inglés y en mandarín, mientras ajustan las carpas azules montadas sobre el césped de la cancha de fútbol de la Liga Cantonal Jaramijó, 7 kilómetros al norte de Manta, en Manabí.
Los extranjeros supervisan que las tiendas azules, donadas por el Gobierno de China, integren campamentos en forma de tablero de ajedrez, con callejones para caminar hacia tres puntos estratégicos: baterías sanitarias, cocina y puesto de salud. “Nosotros damos capacitación sobre el manejo de la carpa y el terreno”, dice Hao Ren, director adjunto del Departamento de Enlace Externo de la Cruz Roja de ese país.
Las primeras 60 tiendas colocadas en Jaramijó forman parte de una donación de “5 700 carpas y cerca de 10 000 catres”, según Ren, para albergar a los damnificados (se cuantifican más de 29 000) por el terremoto de 7.8 grados del 16 de abril. Las estructuras se asemejan a cabañas y tienen ventanas con toldos. Sobre la cancha de Jaramijó hay 60 y en el interior de ellas bebés y niños (86 menores de 12 años se encuentran en el albergue) descansan a la sombra, sobre camillas plegables, lejos del suelo.
Foto: Dimitri Barreto / EL COMERCIO
“La donación china llegó el martes en cinco aviones. Más de 5 400 carpas están en la Base Naval de Jaramijó”, asegura César Navas, ministro coordinador de Seguridad y responsable de la gestión del post desastre en el Comité de Reconstrucción y Reactivación Productiva creado por el Gobierno para la emergencia en las zonas afectadas. “Ya mandamos carpas para unificar los albergues en Chamanga, Muisne, Canoa y Jama. Hasta el jueves (5 de mayo) vamos a concluir la instalación de los albergues de este tipo para quitar los refugios (covachas de plástico y otros materiales, sin servicios)”, dice Navas, en diálogo con EL COMERCIO.
En el albergue de Jaramijó se encuentran 224 damnificados de los barrios San Pedro, Alajuela, Honduras y del Mirador. “El problema que tenemos es las duchas, mujeres que tienen recelo bañarse”, dice Luis Alberto Anchundia, de la zona. En el campamento de Jaramijó se instalaron baterías sanitarias portátiles, adicionales a los baños que se encuentran debajo de la tribuna del estadio. Pero las duchas están en los dos camerinos, pensados para futbolistas, cada uno con cinco regaderas expuestas, sin paredes entre sí.
En el albergue hay 112 mujeres, pero es difícil acercarse a ellas. El cerramiento de mallas de la cancha de Jaramijó convirtió al albergue en una zona aislada. “No puede pasar”, dice una mujer con chaleco azul, la representante del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) a cargo del lugar, antes de que una mujer se acerque desde el interior del campamento hasta la puerta, preocupada por la posible fiebre del bebé que carga en brazos. El pequeño tiene un mes de nacido y los bracitos y piernas famélicos.
Otra funcionaria del MIES socorre a la madre con un termómetro digital que marca 37 grados. “Se imagina, solo tenía 15 días de vida cuando fue el terremoto”, dice la servidora, a nombre de la mujer. “Ahora que venga el pediatra para que lo revise”, anima a la madre, quien hace silencio.
Militares de la Fuerza Aérea Ecuatoriana, con fusiles M-16, caminan por los alrededores del albergue. Policías con chalecos refractarios tienen acceso al otro lado de la cerca, para guardar el “orden interno”. “Mire, nosotros estamos no solo trabajando la seguridad con policías y militares, sino también con el MIES, psicólogos, porque entendemos que puede haber temas conflictivos internos, puede haber temas de violaciones”, sostiene el ministro Navas. “Hemos tenido en estos días la evidencia de personas que son alcohólicas o han tenido problemas con su comportamiento con las cuales estamos trabajando”.
Disposiciones y normas de convivencia del albergue temporal en Jaramijó. Foto: Dimitri Barreto / EL COMERCIO
En la cancha de Jaramijó hay señalética de emergencia, colgada en el cerramiento, con iconos verdes y 20 normas escritas. Allí reza que “la dignidad e integridad de todas las personas se respeta siempre” y que “está prohibido el ingreso y consumo de alcohol, cigarrillos y drogas”. Se advierte, de hecho, que el incumplimiento de esas dos reglas será causal “de salida inmediata del albergue”. Los habitantes del lugar leen el cartelógrafo. Lo que pasa desapercibido es el mensaje marcado con negro en la tela impermeable de las carpas, cuatro pictogramas chinos con un mensaje directo: “Socorro civil”.
“Aquí ya está armado, vamos a seguir a otro lugar a enseñar cómo instalar carpas”, dice Hao Ren, quien tiene la misión de quedarse en el país hasta el 11 de mayo para esa tarea y precisa que la ayuda enviada por China suma “60 millones de yuanes”, unos USD 9,2 millones.