El bolígrafo construido con un proyectil que entregó el presidente Juan Manuel Santos al líder de las FARC, Rodrigo Logroño. Foto: EFE
En un hecho muy simbólico, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, le regaló el jueves 23 de junio del 2016 una bala al jefe de las FARC, Rodrigo Londoño. No es una bala cualquiera, pues está adaptada como bolígrafo.
El inusual obsequio del “balígrafo” tuvo lugar en La Habana en el marco del anuncio del Gobierno y las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) del acuerdo sobre el alto el fuego definitivo y el compromiso del grupo guerrillero de renunciar a las armas, el paso previo para la firma de la paz.
“Las balas escribieron nuestro pasado, la educación escribirá nuestro futuro”, le dijo Santos a un sorprendido Londoño, quien sabe que dentro de poco dejará de usar sus alias de ‘Timochenko’ y Timoleón Jiménez para empezar a hacer política sin armas.
Tras negociar desde noviembre de 2012 en La Habana, el acuerdo suscrito hoy es considerado como el más importante, a pesar de que las partes ya lograron convenios en asuntos trascendentales como el desarrollo agrario o la participación en política de los futuros desmovilizados. También han llegado a acuerdos sobre la lucha conjunta contra el narcotráfico, la reparación de las víctimas del conflicto, la aplicación de un mecanismos de justicia transicional, la búsqueda de desaparecidos y la remoción de minas antipersona, entre otros.
La importancia del acuerdo anunciado hoy radica en que aunque aún falta la firma del pacto definitivo de paz, el cese definitivo del fuego y las hostilidades representa en sí mismo el final de la confrontación que empezó en 1964.
Faltan por definir algunos detalles de los acuerdos ya anunciados, así como poner en práctica el acuerdo divulgado hoy sobre la ubicación de los cerca de 8 000 miembros de las FARC en una treintena de zonas de concentración y la deposición de las armas, aspectos que serán verificados por la ONU.
Antes de iniciar el proceso de paz las partes advirtieron que dialogarían sobre el precepto de que “nada está acordado hasta que todo esté acordado”, por lo que la globalidad de los acuerdos solo quedará en firme con la suscripción del texto final. Pero eso no garantiza su puesta en práctica, pues Santos se comprometió desde un comienzo a que la totalidad del acuerdo debe ser sometido a una consulta popular para que sean los colombianos los que decidan.
Las FARC siempre estuvieron en desacuerdo con esa iniciativa y defendieron la idea de que fuese convocada una Asamblea Constituyente para implementar los acuerdos.
El Gobierno rechazó el mecanismo con el argumento de que sus integrantes estarían facultados para cambiar el texto. El grupo guerrillero aceptó finalmente la consulta popular, por lo que se prevé que los colombianos serán convocados a un plebiscito. Aún no hay fecha para la firma del acuerdo final de paz y menos para ese llamado a las urnas, pero algunos observadores creen que la refrendación popular sería entre septiembre y octubre.
El Gobierno ya inició una intensa campaña a favor del “Sí”, que no la tiene fácil ante la fuerte oposición desplegada por el partido de derecha radical Centro Democrático, cuyo máximo líder es el ex presidente y ahora senador Álvaro Uribe, seguido casi con idolatría por un importante segmento del país.
Uribe inició una campaña por el “No”, en medio de críticas de sectores del oficialismo que lo califican de “mezquino” y de “enemigo de la paz”. Ya con las campañas en marcha y tras la inminente firma del acuerdo final de paz las firmas encuestadoras darán luces sobre cómo están las posturas a favor y en contra.
Lo cierto es que el Gobierno asegura que si el “No” es el ganador, eso no significa que se vaya a reabrir la negociación, sino que simplemente el proceso de paz se romperá y la confrontación armada seguirá.