A 300 metros de altura de las zonas devastadas por el terremoto de 7.8 grados se observan casas sin techo, paredes inclinadas, escombros y decenas de personas que –como hormiguitas- trabajan por reconstruir sus hogares. Un helicóptero MI 171 de las Fuerzas Armadas sobrevoló Bahía de Caraquez, San Vicente, Canoa y Pedernales el 29 de abril.
Sobrevuelo en Pedernales
Sobrevuelo por zonas afectadas por el terremoto de Manabi. En la foto, el cantón de Pedernales. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
Sobrevuelo por zonas afectadas por el terremoto de Manabi. En la foto, el cantón de Pedernales. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
Sobrevuelo por zonas afectadas por el terremoto de Manabi. En la foto, el cantón de Pedernales. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
Sobrevuelo por zonas afectadas por el terremoto de Manabi. En la foto, el cantón de Pedernales. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
Sobrevuelo por zonas afectadas por el terremoto de Manabi. En la foto, el cantón de Pedernales. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
Desde el aire se evidencia el cambio de las estructuras en los cantones y las ciudades manabitas. En Bahía, la cabecera cantonal del cantón Sucre, por ejemplo, el 85% de las edificaciones sufrió daños. Por esto, 100 casas ya fueron demolidas, explicó Manuel Gilcel, alcalde del cantón Sucre.
Las viviendas más afectadas de Bahía se encuentran en el sector colonial. Los militares bajaron a esos sectores, donde se cumplen las tareas de demolición. Ahí, los habitantes se dan modos para reemprender sus actividades y obtener recursos económicos.
Uno de ellos es Antonio Alvarado, de 73 años. Él sale todos los días al malecón a vender pescado. Oferta a USD 3 la libra. Su vivienda de dos pisos sufrió daños tras el terremoto. “Las paredes se doblaron y ya no se puede dormir ahí”, se lamentó. Por eso, él, su esposa Rosa Mena y tres nietos que están bajo su cuidado se trasladaron a la casa de uno de sus vecinos.
Alvarado intenta recoger dinero, mientras resuelve el futuro de su vivienda. Aún no sabe si tendrá que reconstruirla o demolerla. Es la misma incertidumbre que tienen algunos de los habitantes de esta ciudad costera. A lo largo de la avenida Virgilio Ratt de la localidad se observan edificios destruidos. Uno de estos es el Nutilus, ubicado plena esquina del malecón. El lugar ahora está abandonado.
Otro de los afectados es Miguel Ángel Viteri. Su casa de dos pisos y de 230 metros cuadrados está destruida. Se cayeron paredes, focos y ventanas. Los pisos se hundieron y los artefactos electrónicos se cayeron.
En su hogar permaneció firme en la pared un cuadro de Santa Marianita de Jesús. “Es increíble. Pero ella evitó que el desastre fuera mayor. La pared de la habitación no cayó sobre mi esposa. Fue un milagro”, contó el manabita de 74 años. Él creció en Bahía hasta adolescencia y luego viajó a los Estados Unidos. A los 24 años volvió a su ciudad y, con una inversión de USD 40 000, construyó el hotel Herradura, que sufrió pocos daños. Él y su esposa permanecen en el hotel por estos días a la espera de conocer si deben demoler su casa o reconstruirla.
En las calles de la ciudad, los miembros del cuerpo de Ingeniero del Ejército proveen de agua y alimentos e intervienen en las tareas de demolición de las edificaciones.
Pedro Mosquera, comandante del Cuerpo de Ingenieros del Ejército, cuenta que el proceso de demolición es el más complicado. “No se puede simplemente llevar una grúa y demoler las casas. Hacen falta los permisos respectivos. Además, hay que tener cuidado con el procedimiento que se utiliza para destruir las casas. No todos los métodos sirven para las casas”.
El puente Las Caras, que une Bahía y San Vicente, es una de las construcciones que no sufrió daños. Este sitio se diseñó para soportar sismos de 8.4 grados.
En Pedernales, hay mayores destrozos. Más de 1 158 edificaciones sufrieron daños. Desde las alturas, se refleja el cambio de la ‘fachada’ de la ciudad que, en los últimos dos años, empezaba a emerger con más fuerza como un lugar turístico. Las casas sin techo abundan y se observan escombros en las calles y en los parques.
También hay albergues y centros de acopios, desde donde se elaboran kits para los damnificados. Pese a la tragedia, los habitantes de las zonas tienen fe de que Manabí se reconstruirá y volverá a ser un sitio turístico de afluencia.