Lisa Sanders dirige esta serie médica producida por Netflix.
La serie, dirigida por Lisa Sanders, propone un mecanismo que conecta a los pacientes con los médicos y, además, con quienes buscan el bienestar de la persona
La relación que las personas hemos establecido con el diagnóstico ha moldeado, de cierta manera, nuestro ser en la historia. Si bien en la protohistoria de la medicina esta tarea estaba a cargo de curanderos y chamanes, quienes practicaban una suerte de pseudodiagnosis basados en ciertas coincidencias en los signos visibles de ciertas enfermedades, no fue sino en la Modernidad cuando se formalizaron los procesos a través de los cuales se universalizó la diagnosis.
Este carácter universal, sistemático y científico es lo que precisamente se explora en la serie ‘Diagnosis’, estrenada recientemente en Netflix. Esta producción es el resultado del trabajo periodístico y científico que ha realizado la doctora Lisa Sanders en sus columnas médicas publicadas en The New York Times.
La serie se basa en los casos que la médica ha publicado en su columna. En este espacio, ella recolecta historias de personas con enfermedades raras y que, a pesar de los esfuerzos individuales, no han sido resueltos por los médicos de cabecera, ya que no existe un diagnóstico definitivo.
Tras las publicaciones, en las que se expone el cuadro general de la persona y sus principales afectaciones, la médica abre un espacio para que los lectores den a conocer sus posibles diagnósticos que ayuden al paciente a encontrar una solución al caso.
Más allá de las historias mismas, ‘Diagnosis’ pone énfasis en tres elementos en particular: la evolución del diagnóstico médico, el conocimiento colectivo y el papel que cumplen los investigadores médicos en la actualidad. Estos, junto con el apoyo que dan los especialistas a los pacientes, crean un universo audiovisual que engancha al espectador por la capacidad de impactar que tiene cada uno de los episodios.
En el caso del diagnóstico médico, ‘Diagnosis’ trae de nuevo el debate en torno a cómo esta acción y palabra ha evolucionado a través de los siglos. De cierta manera, aquí se aprecia un trabajo muy cercano a rescatar la etimología de la palabra, que en el griego original nos remite a los conceptos de distinguir y discernir, una idea que ya estaba presente en tratados antiguos como el papiro Edwin Smith (Egipto, 1501 a.C.) y en De Capitis Vulneribus (incluido en los Tratados hipocráticos).
En ese sentido, la serie vuelve a retomar la necesidad de que un diagnóstico serio tome en cuenta el estado físico del paciente, que aplique instrumentación técnica sobre el mismo, que ponga su atención en las causas más probables y, al mismo tiempo, que vuelque su mirada sobre la persona y su necesidad de ser verdaderamente escuchada.
En este proceso de determinar la enfermedad que aqueja a una persona, en la actualidad tienen mayor exposición los investigadores médicos, personas que llegan a un extenso conocimiento sobre ciertos cuadros médicos y que se han convertido en fuentes de consulta. En la serie se puede apreciar esta realidad, ya que varios de ellos aparecen dando un punto de vista y enfocados en un área técnica de la medicina, sobre todo en enfermedades raras. Y paradójicamente, a pesar de haber estado muy de lejos de las aulas de medicina, pero bien cercanos a los libros especializados, la mayoría llega a conclusiones que terminan coincidiendo con las patologías que posteriormente se confirman en la serie.
Los investigadores médicos -que proceden de ramas como el periodismo, la sociología y demás– se unen a un universo de especialistas que, en esta serie en específico, no forman parte formalmente de la medicina. Así, en ‘Diagnosis’ aparecen diagnósticos de periodistas, veterinarios, psicólogos y otros, cuyos comentarios aislados podrían parecer un error en la ecuación de un análisis médico, pero que en conjunto construye la llamada inteligencia colectiva.
El conocimiento o inteligencia colectiva permite, entre otras cosas, llegar a una conclusión muy cercana a la real con base en los análisis realizados por varias personas, las cuales tienen distintos antecedentes. La media de esas conclusiones permite llegar a definir una solución final que, en el caso de la serie, generalmente coincide con el diagnóstico médico definitivo.
Esta manera de llegar al resultado final ayuda, además de a los pacientes, a volver a tomar en cuenta un modo de actuar que ha perdido terreno en estos tiempos: escuchar al otro para encontrar una solución en conjunto. En medio de una sociedad que resalta al uno, al más destacado, sobre la colectividad, ‘Diagnosis’ devuelve la mirada a la capacidad de trabajar entre varias personas para encontrar una mejor calidad de vida del individuo.
En esta producción conjunta de The New York Times y Netflix, la doctora Sanders se transforma en un arquetipo que muchas veces ha sido olvidado en la medicina contemporánea. En ese sentido, el médico no es una persona todopoderosa que decide desde su sapiencia el destino de su paciente. Este se convierte, más bien, en un vehículo para encontrar un camino para que la persona sepa qué acciones tomar sobre su vida. Así, la decisión final no depende de uno solo, sino, más bien, es producto de un trabajo colectivo cuya meta es el bienestar. De esta forma, el diagnóstico ya no es meramente técnico e instrumental; este se enriquece con el acompañamiento de varias personas que otorgan ese calor humano, tan necesario en medio del dolor.