El Centro de Referencia Nacional de Influenza, parte del Inspi, tiene laboratorios en Guayaquil (foto), Quito y Cuenca. Foto: cortesía Inspi
Un poco más de cuatro horas: ese fue el tiempo que tomó descartar, localmente, el nuevo coronavirus en el primer caso sospechoso que se registró en Ecuador.
Las pruebas fueron aplicadas en los laboratorios del Instituto Nacional de Investigación en Salud Pública (Inspi), en Guayaquil. Y sus resultados fueron corroborados por los Centros para el Control de la Prevención de Enfermedades (CDC), de EE.UU, como anunció el Ministerio de Salud el pasado martes 4 de febrero del 2020.
Alfredo Bruno es el responsable del Centro de Referencia Nacional de Influenza y otros Virus Respiratorios del Inspi, donde procesaron las muestras del paciente chino aislado en Quito, desde el 23 de enero. Allí, desde la semana pasada, fue implementada la técnica de biología molecular (RT-PCR, en tiempo real) para diagnosticar el 2019-nCoV.
“Ecuador es el primer país de Sudamérica en contar con la técnica molecular específica para detectar este nuevo coronavirus. En la región, la OPS está realizando un curso para implementarla en más países; aquí ya hemos descartado casos”, recalca el microbiólogo.
Tres días antes de la notificación del caso sospechoso, Bruno relató que pidieron los reactivos por prevención. Lo hicieron a través del Departamento de Emergencia de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y llegaron el 30 de enero, como informó Salud.
Pero antes de solicitarlos hicieron una serie de investigaciones desde inicios de enero. Mientras la alarma iba en aumento en Wuhan (China), en el Inspi analizaban los protocolos diseñados en Berlín, Hong Kong y otros, divulgados por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
“Realizamos pruebas a través de programas bioinformáticos, para determinar si efectivamente los ‘primers’ (reactivos), disponibles en estas publicaciones, van a amplificar regiones conservadas del virus”, explicó Bruno.
Los ‘primers’ o reactivos son pequeños y muy particulares segmentos de un virus. Junto con otros componentes, a través del RT-PCR, apuntan a una región genética específica del ADN de la muestra. Si se amplifica o se generan múltiples copias, el resultado es positivo.
Aracely Álava recuerda que esta técnica se aplica en el país desde el 2002. Ella la utilizó en dengue, cuando era parte del Instituto de Higiene Leopoldo Izquieta Pérez, entidad que precedió al Inspi. Luego se empleó en el 2009, cuando detectaron los primeros casos de influenza AH1N1 en Ecuador.
“Antes el diagnóstico era lento. Había que captar al paciente en dos fases puntuales: cuando empezaban los síntomas, para aislar el agente; o esperar 15 o 20 días, cuando generaba anticuerpos. Con la biología molecular se apunta al ácido nucleico, que se puede detectar en cualquier momento”, indica la microbióloga.
Tania Mori dirige actualmente el Inspi y detalla que el centro cuenta con acreditaciones nacionales e internacionales. Es también un Centro Nacional de Influenza, parte de la Red Global de Vigilancia de Influenza. Y desde años atrás ha pasado por controles de calidad de la OMS, del CDC y del Instituto de Salud Pública de Hong Kong, con un 100% de concordancia -como ocurrió en el actual caso-. “Tenemos la capacidad técnica”, recalca.
Los técnicos analizaron 19 tipos de virus respiratorios en el paciente chino. Evaluaron desde influenza, pasando por adenovirus, parainfluenza, incluso tres cepas de coronavirus en humanos (Cor43, Cor229, HKU), más SARS y MERS, coronavirus que han tenido un alto impacto en la salud pública.
Tras la experiencia con la primera muestra sospechosa, el responsable del centro explica que los fluidos del tracto respiratorio inferior son los más indicados para el diagnóstico del nuevo coronavirus. Son muestras que se pueden obtener por esputo inducido, lavado broncoalveolar y aspirados traqueales, que concentran mayor cantidad de partículas virales para el análisis.
La conservación también tiene sus lineamientos. Las muestras se pueden conservar en frío, entre 2 y 8°C, en un lapso de entre 24 y 72 horas. Fuera de ese tiempo es aconsejable congelarlas y trasladarlas en triple empaque, como medida de bioseguridad.
Pero el diagnóstico no es la única tarea de este laboratorio. Bruno añade que mantienen un monitoreo continuo del virus, según las 42 secuencias genéticas publicadas en el mundo. Esto debido al riesgo de posibles mutaciones, aunque por ahora -según afirma- ha tenido una lenta evolución, con o tres mutaciones al mes.
“Las mutaciones pueden impactar en la epidemiología, en el nivel de transmisibilidad, en la letalidad, en la morbilidad y en los hospederos. Por eso es importante vigilar cómo se está comportando el virus”.